La Babilonia
DiscosMariola Membrives

La Babilonia

9 / 10
David Pérez Marín — 26-12-2022
Empresa — La Reyna Music
Género — Flamenco Fusión

Ya nos conquistó, a nosotros y a Marc Ribot, con su anterior Lorca. Spanish Songs (19), donde la cantaora y creadora cordobesa soñó e hizo carne y aullido eléctrico el universo de Federico, junto al guitarra neoyorquino como interestelar y vanguardista compañero de viaje. Ahora, con “La Babilonia” (22), Mariola Membrives sube la apuesta y salta al abismo creativo, regalándonos unos de los trabajos más valientes y ambiciosos (por su eclecticismo sonoro, profundidad temática y extensión) del año.

Partiendo de composiciones propias, Mariola teje con veinte afiladas canciones un disco doble que roza la hora de duración, fundiendo heterodoxia con unas palpitantes raíces que desprenden mil aromas: flamenco, folclore de ida y vuelta, enredaderas jazzisticas y sonidos urbanos que zigzaguean entre electrónica minimalista, pop-rock, spoken word y rap… ¿Se puede dar más? Sí, un potente contenido que abruma, nos zarandea y araña por dentro. “La Babilonia”, valiéndose de la mitología y tradición sumeria a lo largo de sus laberínticos y reivindicativos surcos, recorre las heridas e injusticias históricas hacia la mujer, pasadas y presentes, dejando que florezca y nos embriague el poder femenino como esperanzadora arma cargada de futuro. Relámpagos entre las grietas, luz a borbotones, ganándole terreno a la sombra cobarde del ser humano. Un necesario alegato feminista que, rebosante de sensibilidad y fuerza, nos abrasa y abrazamos.

La voz de Membrives, esencialmente flamenca, pero libérrima, emocionante y camaleónica como pocas, con la espiritualidad ensoñadora de Beth Gibbons y Patti Smith bajo las alas, sobrevuela doliente y cegadora por un mar de guitarras eléctricas, distorsiones, vientos, sintetizadores y coros espectrales; con Javier Pedreira y la propia Mariola a la producción, además de colaboraciones de altos quilates sónicos como: Tino di Geraldo, Borja Barrueta o Daniel García Diego.

De la “Cantaora” inicial a fuego lento, inspirada en la soledad compartida y la fuerza creadora de Enheduanna (2285–2250 a. C.), la poeta más antigua conocida y una de las primeras mujeres en la historia cuyo nombre se conserva; a la resplandeciente oscuridad y denuncia de abusos a quemarropa en “Las Guardianas”, con sudoroso latido kraut y ritmos funky que aceleran las pulsaciones y dejan quemaduras verso a verso: “Somos tu perversión hecha matanza, / somos tu madre debajo de la cama / mientras nos sodomizas. / Somos el reflejo de todo lo que temes, / somos el castigo que llevas mendigando / por un millón de siglos. / No hemos venido a cobrarte, / no hemos venido a acariciarte, / somos las guardianas del tiempo / que van a recordarte / que todo tu poder será tu cárcel”. Pasando por una llameante y onírica versión del “Moonchild” de King Crimson, el bellísimo magnetismo espectral de “No sé donde estás” o ese absorbente y hechizante “Limbo”, donde las letras flamencas y populares danzan con Mariola alrededor de una hoguera de trip-hop y conjuro jondo.

Una obra compleja y densa para perderse y encontrarse, pistas que dejan marca en la piel y rompen silencios y cadenas en busca de tu/nuestra “(Mi) libertad”. Subir a la “Saeta de la torre” y arrojarse en una nana de pesadillas y “Descenso”, para quitarnos de los ojos llorosos esa posesiva venda “De mi amado”, recorrer el “Infierno” de normalidad que nos rodea y renacer bailando entre guitarras y explosiones drum and bass, hasta llegar a ese penúltimo “Apocalipsis” que anuncia el final y un nuevo principio.

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