Seis años después de “La huella de mi sentío” (18), su fulgurante debut discográfico con tan solo dieciocho años, María Terremoto se abre paso en la oscuridad y encuentra su luz y centro artístico en “Manifiesto”. Se trata de un segundo disco con voz propia, en el que las raíces, las heridas y el amor sanador caminan de la mano con la contemporaneidad y sentir de una de las artistas flamencas con más presente y futuro de nuestra escena.
A la jerezana le corre el duende por la sangre (del barrio de Santiago, hija de Fernando Terremoto y nieta de Terremoto de Jerez), con más tablas y raíces afianzadas que cantaoras y cantaores que le doblan la edad, y un poderío y sensibilidad en la garganta que araña el pecho. Sólo necesitaba parar, respirar y, tras la valentía de hurgar en sus adentros, encontrar y parir con sus propias manos su alma artística. Ese es el imprescindible viaje que se nos regala en este “Manifiesto” a corazón abierto, con la flamencura y vanguardia de la guitarra de Yerai Cortés como acompañante, rezumando sabiduría clásica y alas al toque y a los mandos de la producción.
Así, de la mano de María Terremoto, que firma por primera vez todas las letras (excepto algunos fragmentos populares), iniciamos el emocionante y sincero camino en el que se adentró la jerezana para encontrarnos y liberarnos con ella, recorriendo ocho pistas y palos flamencos diferentes que reflejan sentimientos y desvelos que nos interpelan desde el primer segundo. Surcamos la necesaria oscuridad del dolor que provoca la perdida en un “A La Muerte (Romance, Soledad)” inicial a viva voz, tan crudo y sentido que eriza hasta el aire, para pasar luego al bellísimo embrujo de “Alma No Salgas Del Cuerpo (Petenera, Desconcierto)”, con sonidos árabes y ecos antiguos por momentos, con María meciendo en cada verso de la primera a la última estrella que cuelga de un cielo que comienza a despejarse, poco a poco, de males y penas, atisbando cierta esperanza y renacer. “La luz deslumbra mis ojos, / no todo es negro, esta vez… / Y ahora empiezo a respirar, / camino y me siento firme, / no voy a mirar atrás”.
De los giros y jirones del amor y el desamor, a las dudas de la existencia por Soleá soñada y por derecho, con María y Yerai parando el tiempo en “Soñé Que La Nieve Ardía (Soleá, Dudas)”: “Soñé que la nieve ardía, / soñé que el fuego helaba, / soñé que tú me querías, / mira que soñando estaba”. Magia a las seis cuerdas de Yerai en el inicio a fuego lento de “Te Llevaste Mis Tormentos (Partía De Verdiales, Conciliación)”, hasta que suenan las palmas, jaleos y llega el alba y sale el sol de la boca de María, con unos eufóricos Verdiales que aceleran el pulso y concilian el alma y el cuerpo bajo la caótica y adictiva felicidad de haber encontrado el amor verdadero: “Siempre estás en mi corazón, / por muy lejos que te vayas, / yo soy fuerte y lo resisto. / Y mi corazón se queja / y hasta me pega pellizcos”.
Los destellos regeneradores e imparables del amanecer de un nuevo día, se expanden por cada surco y la cara B sigue esa brisa resplandeciente y festiva, pero antes un sentidísimo y curativo cante de Levante dedicado a sus hijos, “Pintan Mi Vida En Color (Levante, Devoción)”. Y ahora sí, recta final por palos más fiesteros y frescos: empoderamiento y resiliencia por Alegrías, dedicada a esas personas que no viven sus vidas y están sólo pendientes de la de los demás, “Murmuraorx (Alegrías, Resiliencia)”, con María derrochando compás y luz de Cádiz por los cuatro costaos: “Sol en la cara y caminar, / vivo a mi aire qué más me da, / si quieres cantar, si quieres bailar, / vente a mi vera y no pienses más”. Nos vamos a su vera sin pensarlo y nos termina de enamorar con una Rumba que es puro juego y fuego a partes iguales, una “Miraíta (Rumba, Libertad)” en la que no tocamos el suelo, con la guitarra maestra de Yerai y unos adictivos coros y palmas que son más y más madera para una hoguera sanadora que ya, jamás, habrá tormenta posible ni aguacero que la extinga. “Salí de la oscuridad, a fuerza de golpe y golpe… / Y ahora ya no tengo penas, / se acabaron las fatigas, / me solté de esas cadenas. / Después de tanto sufrir y llorar, / ahora me toca reír y cantar. / Porque me siento más fuerte que nunca / y tengo ganas de echarme a volar”. Y vuela y se corona como águila real, en el jolgorio de unas bulerías empoderadas que dejan atrás toda sombra vencida, “Reina (Bulerías, Coronación)”.
María Terremoto, latido a latido, se busca y encuentra con sencillez, hondura y valentía en “Manifiesto”, y, quejío a quejío, torna dulce y contagiosa energía todo amargor. Esto acaba de comenzar, pero ya tenemos en nuestras manos uno de los discos flamencos del año.
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