Este disco explicita dos filones, por si aún hacía falta: el de la inagotable cantera mallorquina, siempre presa de un realismo mágico indefinible que opera de modo transversal a muchas de sus propuestas, y el de la enorme capacidad de Ferran Palau como galvanizador de una sensibilidad que se expande a pasos agigantados ya no solo por sus discos sino por sus trabajos de producción para talentos emergentes, como ocurre con este de Maria Hein, el de Iris Deco o el de Carlota Flâneur. Pasma comprobar que Maria Hein, natural de Felanitx y residente en la costera Portocolom (no son coordenadas caprichosas: empapan sus canciones), solo cuenta diecisiete primaveras.
Porque su debut es un dechado de sensibilidad, delicadeza y perspicacia melódica. Tanto cuando se acerca al registro de su paisana Maria Jaume (“Omplint un buit”, “Aquell mes de març”) como cuando se arrima –quizá sin siquiera pensarlo– a las nuevas heroínas del indie rock anglosajón como Stella Donnelly o Soccer Mommy (“Estrès acumulat”) o cuando asume sin disimulo el influjo de Maria del Mar Bonet, verbigracia “Continent i contingut”, “Llums de sa ciutat” o la maravillosa “Setze voltes”, quizá lo mejor de su corta media hora.
El desarmante riff de piano de “Un tassó que vessa” funciona como la metáfora perfecta para explicar de qué modo el minimalismo seductor (un “menos es más” en toda regla) de Palau resalta las virtudes de una compositora que tiene en los teclados y la guitarra acústica a sus dos aliados, y ante la que es imposible no ilusionarse en el pronóstico de obras muy mayores. Mucho ojo.
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