“Yo solo te deseo todo lo que me has dado / para que también sientas el caos que me has dejado”. A quemarropa nos recibe María Guadaña con este segundo ritual de Latidos y culebras, una catarsis en siete disparos directos al pecho. Y es que, si ya nos dejó quemaduras en la piel con su debut "Remedios paganos" (19) y unos directos donde ese EP se hacía carne y misticismo en llamas, María contraataca ahora más afilada y visceral, tejiendo penas, reabriendo heridas y sanando cada una de ellas con una energía que parece brotar del centro de la Tierra.
De los descarnados aullidos jazzísticos de la “Preto” inicial, rebosando cruda belleza en un canto al desencanto de amores perdidos, con PJ Harvey y Nick Cave bajo las alas, a “cruzar mares y borrar arrugas a base de besos” en el conjuro y balacera sentimental de “Caballero”.
Las quejas y lamentos crecen como una brillante bruma en “Plañidera” y, tras tragar mil lágrimas, el empoderamiento es total, con la banda creando una atmósfera cegadora y María desbordando mares y sobrevolándolos con una fuerza y magnetismo arrebatador. Una de las piezas más redondas del disco, con un omnipresente theremín y versos que te persiguen y dejan huella: “Podría llorar hasta llenar mi fondo del mar, / hasta desbordar los mares…”. Pieza acompañada, por cierto, de un hermosísimo videoclip.
Estamos ya en sus redes y nos mece en la onírica y vaporosa “Al viento”, para situarnos sin que nos demos cuenta a un palmo de las vías y presenciar y sentir el choque frontal de una locomotora de rock'n'roll y jazz con “Imagina”. Un sensual huracán rompe caderas en cada fraseo, cabalgando bajo el espíritu de los honkers en cada embestida de saxo. Ya no hay refugio posible y la tormenta eléctrica nos envuelve en “Amanece alimaña”, con Guadaña levitando y renaciendo tras mudar la piel en lo que se antoja bomba sónica en vivo.
Cogemos aire en el cierre de “Trinidad”, un vals a fuego lento alrededor de la hoguera del desengaño y las ilusiones rotas… Pero sin un ápice de arrepentimiento, con la verdad por delante y apostando el corazón hasta perder la cabeza. Puro sentimiento a tumba abierta. María Guadaña, recuerden su nombre y dejen que su música les meza y arañe por dentro.
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