Strays
DiscosMargo Price

Strays

8 / 10
David Pérez Marín — 16-01-2023
Empresa — Loma Vista
Género — Afrofuturismo

Margo Price, tras su sobresaliente debut “Midwest Farmer’s Daughter" (16) y definitivo espaldarazo con “All American Made” (17), ambos apadrinados por Jack White bajo su sello Third Man Records, con Dolly Parton y Emmylou Harris bajo las alas, demostró que las raíces de la música americana le corrían por las venas y florecían por su boca con la frescura y naturalidad de su propio respirar. Bajo la mirada complaciente de Willie Nelson y su mentor, tristemente desaparecido, John Prine, salvaguardando las esencias, rompió cadenas y siguió su camino con el magnético eclecticismo de That’s How Rumors Get Started (20), sin perder un ápice de autenticidad y fuerza, cambiando de jinete outlaw a la producción, Sturgill Simpson.

Ahora, esta country star de espíritu outsider y forjada así misma en mil batallas a la contra, con flamante libro de memorias (a sus tan solo treinta y nueve años), “Maybe We’ll Make It”, y siguiendo la senda de su trabajo antecesor, vuelve a la carga con “Strays” (23), su disco más libre y ambicioso hasta la fecha. Dejando atrás la dolorosa muerte de uno de sus gemelos recién nacidos, la pérdida de la granja familiar, la mudanza sin blanca a Nashville y el rechazo inicial de gran parte de la escena y compañías discográficas, más una temporada entre rejas y la sombra de las adicciones, Margo Price rompe la botella de bourbon frente al espejo y mira a sus demonios interiores a los ojos en “Strays”; ganando la partida, cabalgando sobre teclados lisérgicos y cantando a corazón abierto. Diez canciones libérrimas en las que recorremos las aristas del amor, reconquistamos la autonomía corporal y alcanzamos el éxtasis. Todas ellas producidas por Jonathan Wilson (Angel Olsen, Dawes, Father John Misty) y compuesto por Margo junto a su marido Jeremy Ivey, durante un viaje de hongos mágicos de seis días, recorriendo Carolina del Sur y deambulando descalza por las alucinógenas colinas del oeste de Los Ángeles.

Surcos que rezuman experimentación y exploración sónica en total confianza y armonía, con Price y su banda de siempre, Pricetags, zigzagueando a sus anchas por la americana y la psicodelia, pasando por el rhythm & blues o el pop más luminoso con el mismo disfrute y maestría. Del “Been To The Mountain” de arranque, con una Margo Price que viene de vuelta y ha vivido para contarlo, sin “nada que probar, nada que vender”, desgañitándose o susurrando, desbordando sensualidad y poderío a cada fraseo en un mar bravío de teclados de mercurio líquido; al órgano punzante y afilado que también brilla hasta cegarnos en la hechizante “Change Of Heart”, con un pulso venenoso que nos recuerda al “Love Sick” de Dylan, hasta revolverse y resurgir como pura luz sanadora. Antes del continuo cambiar del amor, encontramos en esta cara A, eléctrica y sureña, dos de las tres estelares colaboraciones del álbum: las seis cuerdas incendiarias del ex guitarrista principal de Tom Petty And The Heartbreakers, Mike Campbell, en una “Light Me Up” que comienza acústica y a fuego lento, para terminar por coger velocidad, como un canto rodante en llamas que nos lleva por delante, con Price poseída y salvaje. Seguida de los ritmos sintetizados y atmósferas resplandecientes de “Radio”, con Sharon Van Etten como compañera en una de las pistas más pomposas y pegadizas del lote.

La americana más preciosista y el lirismo más profundo llega con temas como “County Road”, con un elegante piano y un pedal steel que, junto a la emocionante voz de Margo Price, dibuja atardeceres anaranjados y paisajes que respiramos y recorremos junto a las cicatrices de los personajes de sus historias, como esa “Lydia” quce para el tiempo y suena a clásico desde el primer segundo, una hermosísima balada desgarradora, con Margo Price como alumna aventajada de las más grandes, a medio camino de Bonnie Raitt y la Patti Smith más poderosamente cautivadora. Todo bajo una minimalista y cuidada sesión de cuerdas que eriza la piel, con Price haciendo carne y lágrimas cada palabra para transportarnos a esa dura encrucijada en la que una mujer adicta a las drogas y embarazada, se enfrenta a la durísima decisión de criar o no a un hijo.

Si con “Time Machine” nos envuelve en una vaporosa y multicolor atmósfera pop, en “Anytime you call”, con los atemporales y cálidos coros de Lucius, Price logra tejer una pieza donde pasado y presente pasan por delante de nosotros como un tren de vapor hacia el futuro (con ecos parpadeantes de los cuatro de Liverpool y “A Day In The Life”), por esos raíles que funden el country más tradicional con el pop y el soul más retro.

Margo Price lo ha conseguido, como esa águila americana que vuela libre y majestuosa y, sin darse cuenta, tras dejar abajo las nubes, bate sus alas entre las estrellas. Quizás, como tuvo que hacer con su anillo de bodas, venda la corona del country en alguna casa de empeños de Nashville, pero: a la reina, lo que es de la reina.

 

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