No hay nada que emocione más que aquello que es puro, que se siente real. Eso es exactamente lo que ha conseguido Silvana Estrada con su primer álbum en solitario, “Marchita”. Un viaje de diez canciones que nos sumergen en un proceso introspectivo, de reflexión, que hacen que nos preguntamos el motivo por el cuál estas piezas nos llegan a emocionar.
Arranca de una forma muy directa, incluso algo violenta, llegando a sentir a la artista con su guitarra junto a ti entonando los acordes de “Más o menos antes”. Una primera toma de contacto con su sutil y emotivo universo al que nos invita a abrazar. Le sigue “La corriente” en un tono ya más pop en el que desata su fuerza vocal y nos invita a reflexionar sobre esa persona que nos abrió el camino para descubrir quienes somos, el inicio de nuestro propio efecto mariposa. A partir de aquí, aunque Silvana comparta una serie de vivencias personales, si has conseguido entender este disco como lo que es, un viaje de reconstrucción, te lo llevas a tu propia experiencia. Te transportas a todas esos momentos que todos guardamos en nuestra memoria, desde las mejores hasta las peores y pones cara a esas personas que te han acompañado y que han provocado en ti esos sentimientos, porque ese es el misterio del álbum, provocar un caos sentimental en el que todos nos podemos sentir identificados.
Además de cumplir con creces el hecho de emocionarnos, la artista ha crecido una barbaridad a nivel sonoro. Se nota que ha encontrado el estilo con el que logra encajar sus inquietudes musicales junto a su potencia vocal, un hueco musical en el que ahondó hace ya años Chavela Vargas y que ahora se materializa en las emocionantes composiciones de Mon Laferte, Natalia Lafourcade, y ahora Silvana Estrada.
De ahí que encontremos piezas que van desde lo más tradicional como “Sabré olvidar” o “Un día cualquiera”, canciones que podrían pertenecer a otra época; pero no nos sorprenda verla acompañada de una gran instrumentación que no hace más que sumar en positivo a todo este camino, como en la pieza que da título al álbum o en “Carta”, una de las joyas de “Marchita”. Y a la vez, sea capaz de hacer canciones desnudas que nos ericen la piel como “Te guardo” o “Casa”, con ese final tan lírico e inesperado.
En toda esta convergencia de música popular mexicana, Estrada no se olvida de sus inicios junto a Charlie Hunter y su disco conjunto “Lo sagrado” (17). Y de ahí surge “La enfermedad del siglo”, una bonita radiografía de cómo sería la primera pieza del álbum, “Más o menos antes”, llevado a un estilo jazzístico. Un bonito cierre a modo de guiño que hace que su primera etapa no quede tan distante de la actual.
Silvana Estrada ha llegado para quedarse y revolucionar el actual panorama musical latinoamericano. Su delicadeza y sencillez la convierten en una de las artistas mexicanas más prometedoras de todo el panorama, por eso no es de extrañar que artistas consagrados como Leiva o Jorge Drexler la incluyan en sus trabajos y la inviten a sus conciertos, porque se lo ha ganado con creces. Ha convertido a “Marchita” en una joya instantánea de la música de autor mexicana. El futuro es suyo.
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