Su segundo largo –tercera grabación, si contamos su primer Ep- implica la aportación de diversas novedades que pasan inevitablemente por el cambio de idioma, del inglés al catalán, pero también por su estreno en un sello de nuevo cuño como es RGB, así como volver a reflotar esas ilusiones que implican el acabar un disco; y más si éste pasa a ser ya punto de referencia ineludible para la, cada vez mejor, cantera del rock cantado en catalán.
Ese es un hecho que no debería implicar una restricción de su círculo de influencia, sino más bien todo lo contrario. Porque está claro que hablar hoy en día de Raydibaum es hacerlo de una banda que sabe confeccionar grandes temas –accesibles, trabajados, delicados- cuya evolución en el tiempo les ha llevado a una madurez que opta por la efectividad, con menos ganas de complicarse la existencia renunciando a la complejidad instrumental, y una apabullante personalidad gracias a un sonido muy reconocible que, esta vez, abandona prácticamente los aromas emo con los que partieron en el inicio de su carrera. Digan lo que digan, el futuro debería ser suyo.
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