Cuando el guitarrista y letrista Richie James Edwards desapareció el 1 de febrero de 1995, en lo que a día de hoy sigue siendo un misterio aún no resuelto y tras ser parte fundamental en los tres primeros discos de Manic Street Preachers, la banda se vio obligada a reinventarse para seguir adelante. ‘Everything Must Go’ (Columbia, 96) marcaría el inicio de la que sería segunda (y de nuevo exitosa) etapa del grupo, en un trazado ya ininterrumpido que ahora alcanza el que es su decimocuarto álbum de estudio. James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore se decantaron, entonces, por seguir una senda menos agresiva e indisimulada hacia el pop que lo que previamente había sugerido aquella trilogía formada por ‘Generation Terrorists’ (Columbia, 92), ‘Gold Against The Soul’ (Columbia, 93) y ‘The Holy Bible’ (Columbia, 94). Ahora, veinticinco años después de publicar aquel álbum que a mediados de los noventa enlazaba directamente con la por entonces todopoderosa corriente del Britpop, los galeses presentan ‘The Ultra Vivid Lament’ (Columbia, 21).
Un disco tirando a previsible, que adolece de grandes sorpresas y a todas luces continuista con respecto a entregas recientes del tipo de ‘Rewind The Film’ (Columbia, 13), ‘Futurology’ (Columbia, 14) o ‘Resistance Is Futile’ (Columbia, 18). Sin embargo y a pesar de que la formación incide en un sonido ya consabido, la referencia bien podría incluir algunos de los momentos más decidida y explícitamente pop firmados por el trío a lo largo de sus tres décadas de existencia, o al menos esa es la sensación global que parecen generar sus piezas más poderosas. El álbum se abre, de hecho, con un atractivo trío tan familiar como en realidad efectivo, en una secuencia que incluye “Still Snowing in Sapporo” –uno de los singles claros y de las mejores del lote con esta nostalgia manejada en propiedad por la banda–, la pegadiza “Orwellian”, y el ya habitual dueto de Bradfield con vocalista femenina (en este caso Julia Cumming de Sunflower Bean) en “The Secret He Had Missed”. Por su parte, “Diapause” y “Don’t Let The Night Divide Us” aguantan la comparativa, antes de que se suceda un tramo insustancial en el que se ubican canciones como “Complicated Illusions”, “Into The Waves Of Love” o “Happy Bored Alone”. En su parte final, el elepé recupera pulso gracias a la sorpresiva colaboración de Mark Lanegan en “Blank Diary Entry” y esa bonita pieza titulada “Afterending” que, como cierre, deja buen sabor de boca.
‘The Ultra Vivid Lament’ (Columbia, 21) confirma que Manic Street Preachers sacrificaron cualquier atisbo de potencial factor sorpresa hace tiempo, además de insinuar que la luz del piloto automático está encendida en la cabina de los británicos. Una circunstancia que no implica necesariamente que este sea un mal disco dentro de esos parámetros de indie-pop trabajados a conciencia, sobre todo porque alberga varios aciertos poco menos que incuestionables que levantan el asunto y justifican publicación. Y es que, a pesar de ese (por momentos molesto) empeño de Manic Street Preachers en no asumir ningún tipo de riesgo adicional y presentar todos sus recursos bien medidos, en la presente entrega los de Blackwood vuelven a probar tino para las melodías pegadizas. Esas que reaparecen engrandecidas en base a una producción que pule a conciencia las composiciones (con frecuencia incluso en demasía), pero que certifica un buen puñado de nuevos temas que a buen seguro no desentonarán en los conciertos masivos del grupo.
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