Entre las bandas de pop existen infinidad de perfiles estilísticos, pero una forma de discriminar –sin que el término tenga obligatoriamente connotaciones despectivas para con ninguno de los etiquetados– entre dos grandes tipos a la hora de enfrentarse a la composición sería diferenciar entre aquellas formaciones cuya filosofía de vida es mantenerse dentro de sus coordenadas y exprimir al máximo sus capacidades más evidentes, y otras más inquietas, incapaces de acudir una y otra vez a la misma fórmula, más satisfechas con tomar riesgos, les lleven estos a buen puerto o al descalabro. Es evidentísimo que Manel llevan tiempo alineados en el segundo grupo, si no siendo uno de sus máximos exponentes en tierras catalanas. Acomodo y nuevo disco de Manel son conceptos totalmente antagónicos. Y aunque es bien cierto que experimentar no tiene por qué llevar a nadie a mejores resultados, es un placer dejar constancia por escrito de lo mucho que consiguen Guillem, Roger, Martí y Arnau en cada uno de sus movimientos discográficos. El cuarteto llega a buen puerto prácticamente siempre, aunque una primera escucha descoloque lo indecible. Es lo que le ha ocurrido a todo el mundo –no lo negaremos– al escuchar por primera vez “Per la bona gent”, el tema, con ese duelo abrumador entre Guillem Gisbert y una Maria del Mar Bonet sampleada con total respeto y admiración. Luego, nos hemos ido metiendo hasta apreciar una de las canciones más particulares del quinto disco de quienes saltaron a la fama ya con su primer álbum, “Els millors professors europeus”, hace once años. E incluso más con el segundo avance de “Per la bona gent”, el disco, ese hit de pop desenfadado y autoparódico inspirado en Talking Heads –con guiño a Kraftwerk incluido– que es “Boy Band”. Odiada en una primera escucha, con total seguridad cantada a voz en grito durante los conciertos de la inminente nueva gira de la banda. Manel, además, han jugado muy fuerte con los avances. Podrían haber puesto las cosas fáciles y habernos entrado con sutileza alguna de las piezas más continuistas del disco, pero en lugar de eso han optado por descolocar tanto a fieles y como a haters, consiguiendo su objetivo en ambos fuegos. Anticipar así “Per la bona gent” era anticipar que Manel no están en el mismo lugar en el que estaban apenas un tiempo atrás. Objetivo conseguido. Pero ahora tenemos el álbum aquí, así que un poquito de calma, por favor.
Digamos que “Per la bona gent” y “Boy Band” son esos amigos vestidos estrafalariamente que uno se encuentra en una fiesta, amigos a los que muchos juzgarán exclusivamente por la imagen sin profundizar mucho más en la riqueza de su carácter. Pero ojo, que en esa fiesta hay muchos más invitados, cada una con su personalidad, pero todos buena gente. Al margen de las irónicas connotaciones políticas que pueda tener el título del álbum, el universo lírico y musical de Manel vuelve a lanzar esquirlas en direcciones muy diversas. Y todos sabemos que si los grupos humanos se enriquecen con la diversidad, también lo hacen discos como este.
Sabemos que lo primero que llama la atención de “Per la bona gent” son sus piruetas (en algunos casos muy protagonistas, en otros francamente anecdóticas) con sampleados de música catalana –desde la ya citada Maria del Mar Bonet a una Maria Cinta warpeada, pasando por Gato Pérez, Els Pets o Lluis Llach–, pero no dejemos que eso se lleve todo el protagonismo. Porque lo que realmente vale la pena en “Per la bona gent” es el buen puñado de canciones que Manel se han sacado de la manga sin copiarse apenas a sí mismos. Así, tan pronto modernizan sus coordenadas habituales (dando pie a mis dos temas favoritos del disco, “Canvi de paradigma” y “Els entusiasmats”) como se acercan a Talking Heads (“Tubs de ventilació”, “Boy Band”), juguetean con la idea de parecerse a James Blake (“Formigues”, en la que Gisbert toma prestadas dos estrofas del poeta Jacint Verdaguer) o de rasqui a M.I.A. (“Aquí tens el meu braç” tiene algo de “Paper Planes” a la catalana).
El cómputo global suma un solidísimo y notable disco de Manel (producido de nuevo por Jake Aron), un trabajo que justifica sobradamente el que se siga dando forma a álbumes completos con una decena o docena de temas que mantengan el equilibrio entre ellos, girando alrededor de ideas como la profesión de artista, y justificando incluso más la espera de un par o tres de años.
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