Dar lo opinión de un disco una vez has podido entrevistar a la artista, tiene unas certeras ventajas. La unilateralidad que se inflama, como una vena de hormigón, en unas primeras escuchas, rebaja la tensión al compartir tus impresiones con el creador. Algunos de tus sesgos y apriorismos se ratifican y otros se ven recanalizados. Escuchar el disco desde una prospectiva conjunta, más unida, abre una nueva visión mucho más orbital y menos egocéntrica. Más conectada con ese espíritu comunal que demanda y expresa “MK MK”.
En ese nuevo camino, he visto claro que Maika Makovski, con su nuevo disco, quiere celebrar la vida tal como es. Algunas veces más arrugada y pérfida y otras extrañamente lacia y bella, pero siempre espontanea y llena de aprendizajes. Como ella mismo me explica, ha sido un disco que, a diferencia de otros, ha querido experimentar el soltar, el dejar que las emociones vibren solas, sin estar contenidas ni domesticadas, aullando en su propio vapor cósmico. Empezar el disco con una oda al amor incondicional como es “Love You Til I Die”, es una clara declaración de principios y un acto de valentía. Un determinado movimiento hacia la unión y no hacia la separación. Un manifiesto de fecundidad artística. Un llamar a la convergencia, indómita de salvaje fertilidad.
Ese amor que Maika Makovski celebra es precisamente un juego de tirar y aceptar las consecuencias. De asumir los éxitos y los baches en igual condición. Mostrándose verdadera, sin esperar nada a cambio. Esa Maika más confesional, encarna una versión menos contenida y más libre. Para ello suelta el bicho de una música arrebatada, que busca la belleza desde la autenticidad y confía en una banda de amigos que se unen de manera incondicional a su modo de entender la música. Un arremolinado derribo de posibilidades donde las guitarras suenan feroces y estocadas, donde la flecha se convierte en pluma y los gritos en aullidos. Sus ritmos entrecortados y sus incandescencias de blues transparentan y contagian. Los coros salpican desde diferentes planos y conducen. Y como dice ella la canción es como una especie de oración para que el propósito permanezca. Y el propósito es solícito. Celebremos nuestro monstruo. Juntos. Al menos hasta el próximo embiste.
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