Las duplas mixtas en la electrónica han dado históricamente grandes resultados: Eurythmics, Goldfrapp, Chairlift, Purity Ring, Crystal Castles, Confidence Man, y la lista suma y sigue. Tal vez por ello, enamorarnos en 2017 del pop sintético y nostálgico de Mica Tenenbaum y Matthew Lewin nos resultara tan escandalosamente fácil, conscientes de que quizás estábamos ante un relevo natural de muchos de los duetos antes mencionados y ya extintos.
“Imaginal Disk” es la confirmación de nuestras sospechas y la manera con la que la pareja artística ha querido expandir lo que hasta ahora conocíamos de Magdalena Bay, un proyecto que desde su origen se mueve a caballo entre la idealización del pasado y la proyección del futuro. En su segundo asalto como banda, y con la sombra de su aclamado debut pendiendo sobre sus cabezas, Tenenbaum y Lewin encuentran en las amenazas de la vida online el alimento necesario para elaborar un discurso melancólico, introspectivo y distópico que conecta con el imaginario de su generación a golpe de estética internetera y narrativa sci-fi.
Y es que para su nueva venida, el combo norteamericano no solo se plantea el reto de enumerar las múltiples fallas de nuestra condición actual como homos digitales, sino que además lo hace a través de un trabajo conceptual cuyo desarrollo recae en True, una suerte de replicante encarnado por la propia Tenenbaum que deberá reaprender lo que significa ser humana tras un fallo en la actualización de su sistema. Una rocambolesca metáfora sobre el autodescubrimiento en tiempos de sobreexposición pública que nos demuestra las ambiciosas miras de sus responsables y sus intenciones por no querer entregarnos un mero disco de pop al uso.
También lo comprobamos en sus formas, con esa producción firmada a medias por ambas partes que provee a cada pista de un magnetismo especial que trasciende del simple synth pop en favor de ofrecernos ahora la música más compleja y sofisticada que hayan firmado hasta la fecha. No contentos con erigir su regreso a partir de un punto de partida lírico tan enigmático y nerd, el dúo desvía además los tiros de su propuesta apostando por una incategorizable colección de ideas que fluctúan entre el house de la era Madchester (“Death & Romance”), el neo-funk de Tame Impala (“Killing Time”), el pop-rock pretendidamente sucio de los dosmiles (“That’s My Floor”), el discotequeo setentero (“Cry For Me”) e incluso la psicodelia más peyotera (“Love Is Everywhere”). Y contra todo pronóstico, consiguen que una empresa tan heterogénea termine por sentirse unificada y coherente gracias a la impecable voz de Mica, quien logra ponerle romanticismo y humanidad al cóctel.
Aunque estas descaradas miradas a ciertos sonidos remotos subrayen las inclinaciones de sus responsables por todo aquello que ya pasó, Matt y Mica son a su vez evidentes hijos de su tiempo y así nos lo hacen saber a través de ciertos detalles de etiqueta generacional como glitches hyperpoperos en los instrumentales, voces tratadas o esos videoclips que abrazan sin complejos el feísmo DIY. Una tendencia, en ocasiones asfixiante hasta el horror vacui, que les mantiene exitosamente conectados con el presente, a pesar del bizarro retrofuturismo de sus ideas y de evidenciar a través de ellas que operan en frecuencias bien distintas a las de sus contemporáneos.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.