Los hermanos Alejandro y Víctor Hernández tienen ya un recorrido en la escena electrónica y como músicos tanto en solitario como girando junto a Guitarricadelafuente. Para su debut como entidad creativa han enrolado a Raül Refree, inquieto artista-productor que aporta valor añadido a aquellos proyectos en los que se involucra siempre a fondo. El amplio currículum del barcelonés junto a Lee Ranaldo, Rosalía, Albert Pla o Silvia Pérez Cruz habla con elocuencia de una amplitud de miras que se amplía ahora con este trabajo singular, que puede ser un hito. La implicación de Refree alcanza aquí también la parte instrumental.
Confiándose a su visión sonora, los murcianos bucean en su memoria y sus raíces recuperando su infancia y una imagen mítica de su tierra, entre cantares huertanos, parrandas y cuadrillas. Alejados de una perspectiva académica, tienden puentes de ida y vuelta entre tradición y vanguardia. En un momento en que demasiadas veces se reivindica el presente denostando el pasado como universo apolillado de gente menos lista y más pobre que nosotros (la soberbia de los nuevos ricos), ellos recuperan tiempos, sonoridades, estructuras y emociones de hace siglos. Pero llevándolo todo al presente y el futuro de forma evocadora y también romántica.
Resulta inevitable pensar en magistrales ejercicios de síntesis que se han hecho por aquí de un tiempo a esta parte, pero es de justicia reconocer la singularidad de este trabajo: “Maestro Espada” –con la melancólica y maravillosa canción “La despedía” como eje– va en una dirección distinta en cuanto al ropaje instrumental; es un austero collage de samples, voces e instrumentos, percusiones imaginativas e incluso guitarras distorsionadas, resuelto con valentía y acierto.
Maestro Espada sintetizan la electrónica y los instrumentos acústicos formando un todo sólido. Entre la desnudez y la densidad sombría, las doce composiciones, muchas veces inspiradas en obras populares del pasado, nos llevan de la mano a un viaje que reivindica de forma elegante un cancionero hecho de susurros y sugerencias. Así, desde el precioso arte atemporal del estudio de Albert Romagosa, el viaje se hace muy emocional, que al final es lo más importante.
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