Madibá

Es posible que a los lectores más jóvenes del Mondo, el nombre de Color Humano les diga más bien poco. Pero los que llevamos unos años en esto, recordamos con especial atención y cariño sobre todo el segundo álbum de la banda afincada en Barcelona. Un álbum grabado en 1997 que contenía canciones cautivadoras que invitaban al baile y la alegría como “Cómete la vida” o “Hijos de un mismo mar” . Tras “Hambre de vida”, que así se llamaba aquel mítico disco, todavía se atrevieron a editar un tercero de nombre “Burundanga”, para caer poco después en la espiral de despropósitos que significó el crack de Edel, su compañía de por aquel entonces. Tras la desaparición del grupo, vino la desbandada y unos continuaron con sus proyectos individuales, mientras otros pasaban a integrarse en otras formaciones básicas en el estilo como Dusminguet o Radio Bemba. Tras seis años separados un concierto para echar un cable a una amiga común, obró el milagro de reunirlos de nuevo y comprobar que el público todavía les reconocía su importante grano de arena en la escena de la ciudad condal. De eso a grabar un cuarto disco de regreso, tan sólo era necesario reunir voluntades y engrasar la maquinaria de nuevo. Los mimbres son parecidos y pocas cosas han cambiado con los años. Siguen trazando sus sencillas melodías afro-latinas con guiños al caribe y a un funky contenido, aderezadas por el inconfundible sonido de la armónica de Stephane Laidet bajo un sólido colchón de percusiones y unos inefables y contagiosos estribillos con las letras siempre comprometidas de José Capel. La única pega que se le puede achacar al disco es que, en ocasiones, las rimas se resisten a encajar del todo y los versos pueden llegar a resultan demasiado obvios, cuando no facilones. Quizás por eso son precisamente las canciones cantadas en francés las que mejor aguantan el tipo, como la deliciosa “Misère” con ese toque vodevilesco o la más sofisticada “Droits des homes”.