El paso del tiempo ha terminado por certificar la trascendencia de Madee, situando a los catalanes como una de las bandas más respetadas y necesarias aparecidas con el cambio de siglo dentro de la escena patria. Catorce años después de “L’Antartica” (B-Core, 07), el combo de Cambrils regresa con el que es su quinto álbum de estudio, en el que cristaliza definitivamente aquella colaboración con el poeta y fotógrafo Mark Swanson que comenzó allá por 2014. Es el norteamericano quien aporta las letras de los doce temas incluidos en la presente entrega, apostillando una profundidad lírica (y crítica) en torno al abuso y la supervivencia que, en buena medida, define el talante final del lanzamiento.
“Eternity Mingled With The Sea” (21) en un disco de aplastante solidez, tras beber el grupo de influencias clásicas de los ochenta y noventa como Hüsker Dü, Echo & The Bunnymen, The Cure, Wire, Slint, Sugar, The Fall, Buffalo Tom, Lloyd Cole e incluso los U2 más ásperos, para resonar así y en definitiva, absolutamente atemporales y universales. Una consistencia –tanto instrumental como ejecutiva y compositiva– que resulta definitivamente guiada y marcada por la imponente interpretación vocal de Ramón Rodriguez –The New Raemon–, señalando las pautas en torno a las que la banda levanta ese sonido incuestionable de toda la referencia. El sexteto resulta ser (o, mejor dicho, continúa siendo) una apisonadora sonora, que aquí apuesta por ese tipo de intensidad inmutable que no pierde empuje ni durante medios tiempos tan acertados como “Night Of The New Moon”, “Room 205”, “The Way Home” o “Feelings Of Inadequacy”. Junto a ellos, piezas más explícitas y directas como “Blank Canvas”, los singles “Hunting Party” y “Under The Sun”, “Metamorphosis”, las magníficas (y pegadizas) “Caldera” y “Like Spiders Bite In Spring”, o el pretendido despliegue final de cinco minutos de “Curtain Call”.
Combinando dosis inteligentes de épica con emoción y una oscuridad bien medida, Madee interpretan los textos de Swanson para alumbrar un trabajo equilibrado y coherente, respetando el concepto clásico de álbum como obra dotada de sentido global y prensado para ser escuchado de forma ininterrumpida desde el principio hasta el final. ”Eternity Mingled With The Sea” (21) es un disco que crece imparable a cada nueva escucha, convenciendo en la toma de contacto inicial para impactar posterior y progresivamente con cualquier pase adicional. Y, de paso, bien podría ser el primer gran disco nacional del año, tras confirmar que sus artífices mantienen toque y una capacidad inmutable para crear canciones tan bien hechas y sin fisuras como penetrantes y arrasadoras.
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