“Club”, su debut, era un sorbo de whisky que no terminaba de quemar la garganta, una carta de presentación tan esperanzadora como incompleta. Ahora, sólo seis meses después de aquel primer EP, el proyecto musical de estos dos jóvenes amigos donostiarras ha terminado por despegar gracias a cinco temas más sólidos, consistentes y variados. “Born” late a ritmo de post-punk; “Trampantage” tiene un atractivo deje stoner; “Denboraren” es como una balada grunge un día de resaca que termina explotando de forma parecida al “Creep” de Radiohead; “Sparkle Sparkle”, en cambio, es lo más cerca que han estado nunca de firmar un tema pegadizo, un himno indie-rock que tranquilamente les puede abrir las puertas de Radio 3 y festivales; por último, “Players”, tiene garra y un interesante intercambio de golpes instrumentales que deja el listón alto.
De nuevo se percibe en “Airwalk” la inconsciencia y rebeldía juvenil de la pareja, los días malos y los cielos borrascosos de unas letras que, según Xabi, hablan de él y de sus “movidas”. Luma siguen yendo al grano, como antes, pero han subido algo el minutaje de los temas incorporando nuevos matices sonoros -¿quién dijo que con dos músicos no se podía formar una banda de rock hecha y derecha?- y creciendo en todos los sentidos, cambiando la velocidad según las circunstancias. Han aprendido que corriendo no siempre se llega antes.
Es curioso cómo juegan con la voz, cómo se amolda la garganta a cada canción, desprendiendo rabia, emoción o bajona. Si le preguntas a Xabi te dirá que canta como le sale. De la misma forma que si le pides a Messi que te explique un regate, te contestará que es lo que siempre ha hecho en la cancha. Y no hay más. Y es en su sencillez donde brilla el encanto de Luma: su naturalidad innata, la espontaneidad de sus personalidades trasladada al rock. Pide un whisky, échale hielos y disfruta.
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