Seis mil copias vendidas de “Slide” colocaron a Lisa Germano fuera de 4AD. Deprimida, entregada al alcohol y decepcionada con ese mundo de la música que la señalaba como una de las cantautoras más exquisitas de los noventa, al tiempo que sin contemplaciones la empujaba hacia el abismo, cambió de ciudad y profesión.
Se incorporó a una de las mejores librerías de Los Angeles, y reservó sus continuos oasis de soledad a la grabación de un disco que ni tan siquiera ella sabía si alguna vez saldría a la luz, y para el que contó desde la distancia con colaboradores de lujo como Johnny Marr o Neil Finn. Tres años de trabajo después “Lullaby For Liquid Pig” se publicó en un sello pequeño y recibió críticas tibias, que recriminaban a Germano el abandono de la rotundidad melódica en favor de canciones más bien esqueléticas y en las que primaban las atmósferas. El paso del tiempo, sin embargo, revaloriza a un disco al que se ha relacionado con largas noches en vela regadas por el vino y que la propia Lisa Germano describió como descarnado diario de unos años marcados por la soledad. Y por si su valor intrínseco fuera poco, a esta recuperación de “Lullaby For Liquid Pig” le acompaña un segundo disco con maquetas y diversas tomas en directo.
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