Hace un par de años Alex Menzies publicó un EP con su aka Alex Smoke en el sello R&S titulado “Dust” que dejó a más de uno con la boca abierta y el paso de baile cambiado. Aquel tema era oscuro y bello al mismo tiempo, e inducía al baile, pero ese break hacía difícil el seguir el paso. Contaba también con su voz deformada y auto tuneada (como ya hizo en su momento con su otro aka, Wareika), que terminaba por redondear un single que remitía a un James Blake oscuro y ligeramente cabreado, con una imaginaria/supuesta producción de unos Burial y The Bug, uniendo estilos como el dubstep, techno e industrial.
Dos años después nos encontramos con este LP en el que volvemos a ver en el tracklist este tema -convenientemente reducido de duración para este otro formato - y otras doce composiciones que ahondan en esa vía de creación tomada en “Dust”. Porque lo que nos encontramos en su nuevo LP son unas canciones en las que la voz se torna la protagonista y es la encargada de guiarnos a través del disco, que está perfectamente acompañada por unas atmósferas repletas de sintes desgarradores y a veces abstractos, con un murmullo de clicks, glitches y mucha imaginación detrás de todo eso. Tal y como comentaba el propio Alex en una entrevista, “la voz humana es el transductor último de la emoción. Lo siento, lo canto, el oyente lo escucha, el oyente lo siente. Incluso la voz más suave puede llevar un alto componente emocional”.
La primera impresión del disco comienza por la portada, una fotografía arriesgada, dura y no exenta de belleza, obra de un amigo del propio Mezies que seguramente sea censurada en más de un país y que hace referencia a una filosofía llamada Thelema, cuyo lema es “haz tu voluntad: será toda la ley” o “el amor es la ley, amor bajo voluntad”. Y algo de eso hay, porque hay que echarle mucho valor para salirse de nuevo por la tangente con un disco como este. El arranque con el abrasivo “Fair Is Foul” ya nos va poniendo sobre aviso, así cuando llegamos “Dire Need” la impresión es algo menor; pero aun así esa voz deformada que se desliza sobre unos sintes hirientes, a los que intentan acompañar unos beats asincopados y bien gordos, crea una (alta) tensión y le mete a uno tanto en su mundo que si ya has entrado y te va gustando lo que está haciendo, ya estás perdido, vas a escuchar el disco enterito y vas a volver a ponértelo entero de nuevo, para comprobar si toda esa melancolía oscura pero atrayente es capaz de aguantar el paso de las escuchas. Por aquí ya van unas cuantas y todavía sigo descubriendo matices y quedándome asombrado de la cantidad de trabajo que tiene que haber detrás de todo esto. Si teníamos dudas de si el 2016 iba a ser potente, Alex Smoke se va encargando desde ya de despejarlas.
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