La eternamente conmovedora voz de Everything But The Girl se aparta conscientemente de las pistas de baile que tanteó con el irregular “Out Of The Woods” (07) en su tercera entrega en solitario. Tampoco supone, pese a lo que su intimista temática pudiera sugerir, un acercamiento claro al espartano tono acústico de aquel inolvidable “A Distant Shore” (82). Repite productor (Ewan Pearson) en una colección de canciones que explora las distintas fases del amor y de la vida en pareja pasada la barrera de los cuarenta, con ese tino para la disección emocional desde la reflexión sin aspavientos que siempre ha sido marca de la casa. De hecho, si a algún trabajo previo remiten tanto el tono como el tempo de este álbum, es al grueso del “Amplified Heart” que firmase junto a su pareja Ben Watt en 1994. Porque si una lección clara puede extraerse de su reciente producción es que, cuanto más desnuda suena su voz, mejores son los resultados. Cuando se acerca a patrones rítmicos más robustos cuaja con la misma solvencia aunque menos punzón sentimental. Hay también momentos para lo rutinario (“Singles Bar”, “Late In The Afternoon”) en un disco cuyo material compositivo no siempre es de primera, pero sí recupera parte del mejor tono de Thorn tras lo tambaleante de su predecesor, y se guarda además para el final sus dos más gratificantes sorpresas: una majestuosa versión del “Come On Home To Me” de Lee Hazlewood junto a Jens Lekman y “Swimming”, imponente crescendo de más de cuatro minutos que, por romper con el guión general, se ubica justo al final.
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