La década de los sintetizadores y las hombreras no estaba sentando nada bien a la mayoría de los iconos rock surgidos antes de mediados de los setenta. El influjo del techno y la dura resaca de la –al principio- revitalizante explosión punk, empujaban hacia un camino equivocado y, temerosos de parecer caducos, grandes nombres del pasado se dejaban arrastrar por la corriente hasta firmar las obras más endebles de sus discografías. Dentro de ese caos, Lou Reed mantenía el tipo como podía, pero lo cierto es que discos emblemáticos como “Transformer” o “Berlin” quedaban muy lejos, no digamos ya sus trabajos con The Velvet Underground.
Así las cosas, nada hacía presagiar, tan cerca del final de la década como en 1989, que el neoyorquino iba a deleitarnos con una de sus obras cumbre. Pero así fue. “New York” se erigió en un disco clave a la hora de devolver las guitarras a la primera línea de combate, de resucitar las percusiones orgánicas, de rendir culto a los riffs sólidos y simples y, básicamente, de reivindicar las esencias de las grandes canciones rock.
Tomando su ciudad natal como inspiración y elemento vehicular, Reed nos narraba una sucesión de escenas a caballo entre lo cotidiano y lo bizarro, atrapándonos entre una diversidad estilística deliciosa y una casi hipnótica naturalidad en la ejecución instrumental. Así fue como, desde el primer instante, todos supimos que estábamos ante un disco muy especial. El propio autor, consciente del potencial del nuevo material, salió de gira incluyendo en los set list el álbum al completo (o casi), algo que nunca dejaremos de agradecerle quienes pudimos disfrutarlo, por ejemplo, en el histórico concierto que ofreció en el barcelonés Velòdrom d’Horta.
Desde el arranque del disco, con esos Romeo y Julieta que se dejan el alma en un coche de alquiler y meten Manhattan en una bolsa de basura (“Romeo Had Juliet”), hasta ese final en el que (según algunos) Andy Warhol es homenajeado al encarnar un papel divino inspirado en “La última tentación de Cristo” de Scorsese (“Dime Store Mystery”), nada sobra en esta hilvanada trama. Especial mención para el metafórico, poético y cinéfilo desfile de “Halloween Parade”, la suciedad y las miserias familiares de “Dirty Blvd.”, la rabia guitarrera de “There Is No Time” o la sutileza jazzística de “Endless Cycle”, sin desmerecer al resto del lote, por supuesto.
A día de hoy, y con más de tres décadas largas a sus espaldas, “New York” sigue sonando igual de vigoroso y punzante. De ahí que sea más que justificada y bienvenida esta extensa y profunda reedición que incluye tres CD’s, un DVD, dos vinilos y un libro de tapa dura.
En los compactos, además del disco original remasterizado y versiones de todos los temas tocados en vivo en 1989, se incluyen interesantes y/o curiosas demos, un tema que no entró en la selección final (“The Room”), una interpretación acústica en solitario de “Busload Of Faith”, algunas mezclas distintas o sin pulir de otras canciones y, por último, clásicos más antiguos de Reed como “Sweet Jane” y “Walk On The Walk Side”, grabados en directo también en el tour del 89.
En el DVD, por otra parte, se recupera un concierto publicado hasta ahora sólo en VHS y Laser Disc, en el que Lou y su banda del momento interpretan “New York” en su integridad en Montreal. Además, se añade una conversación de veinticinco minutos con el protagonista de esta historia.
En definitiva, y como suele suceder en estos casos, esta reedición de lujo está orientada hacia un público ya conocedor del álbum original, deseoso de sumergirse en las entrañas del mismo y de rememorarlo con el plus de una presentación que le haga justicia. Y como de eso se trata, nadie debería sentirse decepcionado con esta edición. Porque puede que la ciudad de Nueva York ya no sea lo que era y que Lou Reed nos dejara en 2013 sin que nadie le tomara el relevo… pero estas canciones, estarán de acuerdo, no han perdido ni un ápice de vigencia.
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