Muchos pensábamos que cuando Los Wallas se decidieran a hacer un disco, tendría que ser algo grande por fuerza. Pero si lo pensábamos dos veces, volvíamos a la realidad y caíamos en la cuenta de que no sería la primera banda que nos deja una ristra de singles algo más que prometedores para después diluirse en la nada. Sí, ya tenían un nombre, y siempre que tocaban lo hacían entre aplausos, alaridos y pogos. Incluso ganaron una batalla de bandas de Euroyeyé, y hasta fueron elegidos –para su estupefacción- por una marca de ropa para un patrocinio. Pero pasaban los años, las diferencias en el seno de la banda empezaban a ser algo más que un rumor, no aparecía ningún sello que apostase de verdad por ellos, y el elepé no llegaba. “Andan algo perdidos, necesitan un cable pero ya”, nos dijo alguien de su entorno hace unos meses. Y de repente, cuando uno empezaba a temerse un coitus interruptus en la trayectoria Wallas, reaparecen con nueva formación, un rutilante fichaje por Subterfuge Records y un tremebundo discazo producido con brillante acierto en el estudio madrileño Manufacturas Sonoras.
¡Oh, sí! “Sangre, Sudor y LaGrima” ha dejado las expectativas tan atrás que aquellas dudas ahora parecen un mal sueño. No es que su sonido sea el adecuado para Los Wallas, es que es el que se merecen, el que por fin les hace justicia –sin menospreciar, ni locos, el que les sacó Jorge Explosión en “La Playa” o el que alcanzaron en su siguiente sencillo, “Otro color”-. Espectral, pero también potente y avasallador, elegante y afilado. Además cada canción es un ente con valor propio. Moverse en este terreno estilístico puede abocar a cierta linealidad a la hora de rubricar un disco homogéneo y compacto, pero los de Ciudad Real han conseguido que cada criaturita tenga su propia personalidad, que cada una sea especial. Las que ya conocíamos desde hace tiempo (la tropical “Salitre y Mezcal”, “Yo me quedo con los Doors”) han pasado por chapa y pintura para salir muy mejoradas, y otras canciones que también habíamos catado alguna vez en directo tienen ahora un acabado sensacional. En “Cicatrices”, Juan Wallas personifica la molonidad vocal mientras la melodía dirige hacia un puente poderoso como el martillo de Thor, “Mis entrañas” y “A mí me cuesta a más” son dos infalibles levantamuertos al clásico estilo Seeds (la segunda con una línea parecida a “No lo podemos evitar”, la cara B del single “La Playa”), e incluso “Azabache”, que en su momento dio bastante miedito -¿tirarían por ese estilo? ¿Los Wallas? Noooo-, se convierte en una joya que encaja como una rareza que aporta aún más frescura si cabe al conjunto. “La camisa” es el perfecto single de hooliganismo pop ultra-adictivo, “Nada más duro” es la mejor sintonía que puedas imaginar para un paseo por el más allá a ritmo de psychobilly, “Es ahora” brilla por su estupenda mirada spanish old-school (rollo Los Negativos), y “Coche y robot” es una puta bomba de relojería chapada en oro.
“Sangre, Sudor y LaGrima” arranca con un más que solvente surf instrumental (“Surf Cero”) que se antoja como el prólogo ideal para toda esta bacanal, y termina con “Peyote”, el soñado cierre alucinado para una obra que pide a gritos un hueco en el estante “fundamentales del rock’n’roll español” de nuestras colecciones. Yo ya lo tengo hecho.
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