Leo por ahí que Los Tiki Phantoms llegan con este disco a una nueva etapa de madurez. Puede ser cierto, pero yo no lo veo. Ni que ese hecho se produzca, y mucho menos que sea necesario. De hecho, no creo que el Dios Tiki acepte entre sus huestes seguidores que maduren. Y estos cuatro tipejos son los principales bastiones en los que se asienta su culto. Han pasado más de quince años desde que volvieran del más allá con “Los Tiki Phantoms regresan de la tumba” (06). Los mismos exactamente que llevo reseñando discos suyos para esa revista. Y siempre lo disfruto, aunque su propuesta haya cambiado bien poco. Pero es que ellos son de esos grupos a los que les va bien la expresión “ni falta que hace”. Repito, para que quede claro: no queremos que Los Tiki Phantoms cambien, y mucho menos que maduren. Ese es el verdadero enigma del tiempo, si me permiten la gracieta con el título de este disco, que nos sigan conquistando habiendo pasado tantos años y transitando por los mismos derroteros.
¿Qué se espera de Los Tiki Phantoms? Primero surf, y aquí está “El vampiro robot”. Luego algo de western psycho, y para eso nos va que ni al pelo la inicial “Mar de fuego”. Tampoco pueden dejarnos sin referencias al cine clásico. “Mogambo” juega ese papel con mucho aroma tropical, aspecto que también esperábamos. Más ¿Hay algo con aroma a sesentas? Sí, porque el disco contiene “Abril” ¿Y rock’n’roll? Hombre, claro. “Norah” cumple a la perfección. Pero si quieren rizar el rizo, “Olimpiada 92” le da algo a la rumba catalana que tan de moda se puso en Barcelona en aquella época. Acaban los quince temas con ese casi punk que es “Trago largo”. Si esto es madurez, bendita sea. Y que el Dios Tiki nos siga amparando.
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