Conociendo a Los Tiki Phantoms y su espíritu de mantenerse fiel a un estilo, nadando a contracorriente de las modas, no hace falta demasiado para llegar a la conclusión de que este disco gustará a quienes disfrutaron con sus discos anteriores y a los que no, no. Se siguen moviendo en las mismas coordenadas que siempre, entre el surf y el rock’n’roll más bailables, aunque cada vez más conscientes de que merece la pena mezclarlo todo y no cerrarse a los códigos de un género o una influencia determinada.
No hay más que escuchar “Patada Trueno”, lo más garagero que han grabado nunca. “Ron Cremat”, a base de acústicas, aire melancólico y trompetas, también funciona a la hora de dar un respiro y dividir por la mitad el álbum, dejando una primera parte en la que vuelven de lleno al surf que tan bien les funcionó en el anterior y ayudando a que las quince canciones corran sin dejar lugar a los bostezos.
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