En una lectura literal, las exclamaciones en el título del quinto álbum de Los Punsetes nos podrían hacer pensar en una celebración o, si acaso, en un robótico soniquete militar. Pero va a ser que no. El grupo madrileño vuelve a situarse en ese punto en el que no se sabe si asistimos a la enésima broma de su colección o bien estamos ante la puesta en escena de una verdad incómoda; en realidad, lo sabemos de sobra, pero esa media sonrisa al escuchar algunas de sus letras nos viene de miedo para quitarnos un peso de encima. No es algo nuevo, pero ahora rasca más, abriendo un disco en el que sería ridículo esperar sorpresas. Su sonido -aquí menos producido- está tan perfectamente delimitado que cuesta mucho imaginar una vuelta de tuerca.
La pregunta continúa ahí: ¿Más de lo mismo? Uno lo piensa abiertamente cuando "Presagios de partida" nos devuelve a Los Planetas de los noventa o la estructura del álbum acaba calcando la del "LPIV" para terminar con una canción de desarrollo más extenso (entonces "Nit de l’Alba", ahora "Estrella distante"), pero es que entre tanto han pasado unas cuantas cosas que alejan el fantasma de la repetición. "Mabuse" o "El manual" son dos de ellas, pero sobre todo "Alphaville", que se inspira directamente en la película de Godard y, de paso, evoca con elegancia el pop de los ochenta, poniéndose en un plano abstracto que, sin renunciar a las canciones más directas, trasciende el sarcasmo para mostrarse con una cierta sensación de desencanto que hace de ¡Viva!, casi sin querer, su trabajo más equilibrado.
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