Pasan los años, pero pocas bandas hacen sombra al instinto natural de Los Punsetes para alumbrar canciones de pop de guitarra redondas en las que música, melodía de voz y letra inteligente forman un todo indivisible.
El último LP de los madrileños se merecía más atención. Ya fuera que su sonido más oscuro y orgánico no fue comprendido del todo, o que estamos en la era vertiginosa en la que la vida de canciones y discos se reduce al mínimo, el quinteto regresa con un nuevo trabajo en el que retoman su colaboración con su técnico habitual Sergio Pérez; aunque de la masterización se ocupe Bob Weston, de Chicago Mastering Service. En cualquier caso, la combinación de sonido más brillante con el trabajo del bajista de Shellac funciona.
Y la intensa relación de amor-odio que casi todos los que vivimos en la ciudad tenemos con Madrid es el eje de este siete pulgadas con cuatro canciones nuevas y la estructura de todo un álbum. Un EP lanzado como bonito artefacto pop en un bonito siete pulgadas envuelto con estupenda ilustración retro gamberra de Manuel Donada.
Arranca con la canción que da título al disco, nueva píldora en que vuelven a combinar con soltura sarcasmo vitriólico y melodía difícilmente resistible, con un punto de melancolía. Los estribillos certeros marca de la casa no se les han agotado, y también dominan “Un palacio con mis huesos” -cuya letra evoca truculencias pasadas como las de “Un corte limpio” o “Museo de historia natural”- y la espídica y breve “TIN/TAE”, sarcástica referencia a la economía que nos aplasta cada día.
La banda cierra su nuevo mini álbum con “Todos los lugares”, en la que exhiben su lado más melódicamente tierno, con un final moderadamente expansivo que les sienta igualmente bien.
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