Despertándonos aún de la pesadilla de distanciamiento forzoso, aislamiento y oxidación del compartir de los sentidos, Los Pilotos reaparecen y cambian el sol por una luminosa y cegadora bola de espejos en "Alianza Atlántica", su adictivo tercer largo. Once liberadoras canciones para que las pieles vuelvan a rozarse en la pista de baile de cualquier rincón del planeta, intercambiando sudores y fluidos olvidados entre surcos de fusión y electrónica rompe caderas con raíz popular.
Haciendo honor a su nombre, Los Pilotos crean un puente aéreo de ida y vuelta que une culturas de este lado y del otro del charco, haciendo equipo con lo más granado del tecno-disco-pop latinoamericano, con extra de aromas y folclores de países hermanos bajo la lengua. De Granada a Perú y República Dominicana, pasando por México, Argentina o Colombia. Siempre con la nave capitaneada por los planetarios Florent y Banin esparciendo su atmosférica e hipnótica psicodelia en el aire, haciendo que los acentos, ritmos y latidos tradicionales surquen campos de sintetizadores como una brisa fresca tras un caluroso día.
Para este viaje oceánico e interestelar, se rodean de artistas como Little Jesus, Marcela Viejo, Mula, Pamela Rodríguez, Montañera, Pedrina o Weste.
La tromba de hits es continua: del inicial vaivén de “El ciclo de las mareas” que nos empuja mar adentro, hechizados por los beats y los cánticos de sirena de las dominicanas Mula, con tintes caribeños y un estribillo que orbita entre trabalenguas y conjuro que se queda pegado como salitre a la piel; a la espectralmente luminosa y morfínica “Estática en el Canal”, con los peruanos Kanaku y el Tigre en el equipo, creando un crescendo sintetizado en espiral que nos hace flotar y subir hasta el sol…
Si ya nos tienen en trance, con la joya de la corona “Cenizas en el piso” y sus ecos de Daft Punk latinos, con Pedrina como diva total al mando, nos dejan tocados y hundidos.
Seguimos bronceándonos bajo la muy pegadiza “Amor sin 0”, con Marcela Viejo centrifugando corazones a fuego lento, o con la languidez y sensualidad de “Enredado en mis dedos”, con Pamela Rodríguez haciéndonos subir la escalera planetaria que dibujan los teclados de Banin y las cuerdas de Florent para, finalmente, arrebatarnos su mágica ingravidez y dejarnos caer al vacío.
La locura alcanza su punto fuerte en la rave robótica de “Un cuerpo en el río”, con Laikamori rezumando oscuridad y desenfreno, para terminar con ayuda de Montañera en “La tormenta tropical” perfecta y seguir bailando bajo la lluvia de un verano que soñamos eterno.
Puede que tras el amor extinguido solo quede desolación y “ceniza en el piso”, pero si dejas caer la aguja sobre "Alianza Atlántica", renacerás sin darte cuenta bailando hasta el amanecer y vuelta a empezar.
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