Cuando aquel tema tan Strange Boys titulado “I Did Something Wrong” empezó a circular por Internet, muchos lo vieron como una copia con cierto salero. Otros se lo tomaron más en serio y olisquearon el comienzo de una nueva etapa musical en la escena más joven de Madrid. Y, en efecto, The Parrots pronto se convirtieron en parte de ese núcleo irradiador que sedujo a los sectores aliados laterales. Lo que pocos imaginaron (sobre todo a tenor del repentino estallido de popularidad internacional del grupo, casi inmediatamente posterior) es que tardarían tanto tiempo en publicar un álbum. Ahora, después de tantas canciones en singles y EPs, de tantos videoclips, de tantas entrevistas, de tantos conciertos, de tantas salas y tantos festivales recorridos, los Parrots corrían el paradójico riesgo de sonar repetitivos en su primer disco. Afortunadamente se han dado cuenta. O no.
Quizá haya sido su propia evolución natural la que les ha hecho dar el salto cualitativo que contiene “Los niños sin miedo”, así sin pensarlo mucho. O no. Quizá haya sido el productor Paco Loco, que ha conseguido el sonido ideal o les ha sacado lo que ni ellos mismos sabían que llevaban dentro. Puede que tampoco. ¿Qué ha sido lo que ha hecho de “Los niños sin miedo” el buen disco que es? Quizá ha sido el hecho de que en él hay pertinentes píldoras strictly from The Parrots como “Let’s Do It Again”, “Casper” o “E.A. Presley”, pero también piezas que cruzan la cazalla del cantante Diego García con cierto preciosismo armónico teñido de negro neoyorquino (“Too High To Die”), una increíble onda psychobilly "a la Cramps" realmente jodida y angustiosa (“Windows 98” o “Jame Gumb”, inspirada en el malo de “El silencio de los corderos”, pero el malo malo, no Hannibal Lecter), unos fraseos vocales que te destrozan de nostalgia (“The road that brings you home”) como hace el mejor Dylan (joder, chicos…), y ¡coño!, un primer título en castellano (“No me gustas te quiero”, cantada por el bajista Álex de Lucas, que ya podría haberse animado con nuestro idioma en algo más que el estribillo) de lo más contagioso y recomendable para el final del verano. Al final, como siempre, han sido las canciones.
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