Aquí uno de esos discos jugosos, diferentes, a exprimir tanto por fans incondicionales como por detractores, y con sorpresa asegurada para ambos frentes. Quizá a más de uno le haga cambiar de opinión, puede también que los indiferentes se suban ahora al tren. Se advierte un cambio de actitud en el seno del grupo en el que ya es su segundo largo y da la sensación de que o esta es la buena o morirán matando, pero felizmente. Habiéndose encontrado.
Aunque el grupo liderado por los hermanos Serrano no abandone un cierto componente teatral, presentándose en una currada promoción como una guerrilla a raíz de la esencia y discurso del disco, sí consiguen dejar de lado cualquier sospecha de impostura poniéndose en manos de Raúl Pérez en La Mina para grabar el disco profesional del que hace un tiempo son capaces. Se acabó lo del lo-fi porque sí, también lo de encuadrarse necesariamente como una banda de garage o limitarse a un círculo concreto. Y visto el resultado el proceso les ha sentado genial.
Acierto igualmente en su fichaje por El Volcán Música, sello con amplitud de miras en el plano artístico y sin la presión de una multinacional. El viento sopla a favor de Los Nastys, que desbarran como siempre pero ahora con mayor credibilidad, alternando provocación y ganas de guerra con sensibilidad y pasión. A su manera, claro, y en base al contraste de las experiencias vividas. Al fin y al cabo tenemos canciones, y variedad, de un himno de borrachera como "Los autos locos" a la vibrante píldora power pop que es "Bla bla bla".
Los Nastys se proponían destruir para crear algo nuevo y lo han conseguido, y aunque madurez sea una palabra aburridísima que aplicarles solamente cabe celebrar que las distancias entre géneros se desdibujen, comenzando a sonar simplemente a ellos mismos.
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