No es la primera vez que sucede y tampoco será la última. Le ha pasado a bandas de todo pelaje y largo recorridos como Red Hot Chili Peppers, R.E.M., Metallica, Pearl Jam e incluso a los mísmismos Stones. Las carreras largas es lo que tienen. Vas dejando atrás la espontánea frescura de tus inicios, esa candidez inocente que te hacía sonar tan auténtico como imperfecto y desaliñado, para ir ganando en rotundidad en las formas. Pasas de desafinar como una alimaña a sonar con un empaque y una cohesión alejada del amateurismo. Sin embargo, corres el riesgo de volverte demasiado formal, olvidando esa libertad que te otorgaba la inconsciencia; el no calibrar las cosas, tampoco planearlas. Solo hay que volver a discos como "Viaje de estudios" y sobre todo "Hostal Pimodan" para darte cuenta de lo mucho que han crecido en lo instrumental los granainos, y lo mucho que se ha quedado por el camino, sacrificado en aras de una profesionalidad comprensible, pero que sino va a compañada de grandes canciones, queda tocada, mermada por la sensación de que no ha pasado relamente gran cosa.
El nuevo trabajo de Lori Meyers empieza prometedor, sobre todo gracias a "Pierdo el control", el mejor tema del lote que además emparenta a Lori Meyers directamente con Foals, un buen espejo en el que mirarse de haber continuado por ese camino, pero no. Muy pronto una serie de medios tiempos e incluso baladas demasiado azucaradas ("1981", "Todo lo que dicen de ti"), lastran el tono de un álbum que intenta levantar el vuelo con temas deudores de Radio Futura ("Zona de confort") o echando mano del manido toque funk made in Nile Rodgers (Chic) en temas como "Organizaciones peligrosas". Poca cosa para satisfacer con plenitud estos tres años de espera.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.