Una curiosa y renovada preocupación por el paso del tiempo ha invadido de pleno a los miembros de Local Natives, quienes parecen mostrarse más conscientes que nunca del peso y magnitud de los años. Señal inequívoca de que una agridulce madurez ha llegado para quedarse, y con ella también una serie de reflexiones inéditas que ahora salpican de duda, colapso e inquietud las diez respectivas páginas que conforman “Time Will Wait For No One”, el quinto álbum de estudio de la formación estadounidense.
Como si de una tirita antes del corte se tratara, los miembros de la banda juntan sus cabezas y rodean sus hombros en señal de unidad, al tiempo que entonan desde una óptica orgánica y acústica ese “time will wait for no one but I’ll wait for you” que sirve como mantra introductorio del propio álbum. Una suerte de solidaridad común entre los citados, que aprieta y se torna más significativa a medida que estos comienzan a divagar sobre aquello que pudo ser y no fue (“Just Before The Morning”) o rescatan de las fronteras de su memoria esos relatos que rebosan del recurrente tintero de la auto-tortura (“Empty Mansions”). Sin embargo, tal y como llevan demostrándonos a lo largo de la última década y vuelven a reflejar de la mano de estos mencionados temas, los chicos de Local Natives son duchos a la hora de convertir el más aciago recuerdo en el combustible ideal para generar melodías caprichosas y pegadizas, llenas de groove y cadencias inmediatas, con las que probar que todo paso en falso tiene su correspondiente lado bueno.
Su obsesión por el ayer continuará siendo el cuadro de mandos que guíe su hoja de ruta en adelante, evolucionando entre acarameladas propuestas de prescindible lectura (“Desert Snow”) y otras que, por el contrario, confirmen el triunfo en su registro de la innovación coqueta y el funk juguetón (“Paper Lanterns”). Aunque serán esos cortes crecientes, con ínfulas de épica emocional y conexión compartida (“Hourglass”), los que nos trasladen de pleno a su sonido soberano, no solo remitiendo al carácter sólido de sus primeros discos, sino también convenciéndonos de su habilidad para hermanar a sus acólitos en el futuro directo. Asimismo, con la aceptación de su presente realidad también las consecuentes recompensas de la misma, como el descubrimiento del amor incondicional (“Ava”) o la pérdida de tabúes a la hora de probar fórmulas novedosas (algo que explícitamente resuelven en “NYE”, elaborada a partir del antojo de sus artífices por intentar sacarle punta a su lado más The Strokes).
Como corolario, el conjunto californiano tiene a bien acordarse de otro de los grandes males que ha marcado el tono de estos últimos e intensoe años de evolución forzada y resiliencia resignada, como es la pérdida y la despedida (“I’ve got a friend of a friend, her name was on the news, paradise on fire”, cantan en una sobrecogedora e íntima “Paradise” con la que concluyen el disco), ilustrando con ello su capacidad intacta para emocionar. No obstante, y aunque la lágrima haga su latente intento de emerger entre sus versos finales, en “Time Will Wait For No One” perdura, por encima de todo, el vitalista deseo de sus ejecutores por recordarnos la importancia de aprovechar el tiempo que nos queda, teniendo presente el número finito de oportunidades que la vida nos concede.
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