Lloyd Cole no quiere aburrirse ni aburrirnos. Y eso le honra. Hay una reconversión en clave electrónica de su sonido, que empezó con el notable "Guesswork" (2019) y se reafirma en este decimoprimer disco en solitario, más orientado a explorar los extremos. Siempre dentro de un orden: su voz es la que es, por mucho auto tune que le aplique, y su talante melódico es distintivo e inextinguible, afortunadamente fructífero por mucho que sean casi cuatro décadas las que han pasado desde su memorable debut con The Commotions, "Rattlesnakes" (1984). Ya había señales en su disco junto a "Hans-Joachin Roedelius" (Selected Studies Vol. 1, 2013) o en su experimento "1D Electronics 2012-2014" (2015), pero aquí funde magistralmente esas enseñanzas con su arte de la canción.
Manda saludos al Bowie berlinés (“The Idiot”), apela a una electrónica de líneas claras que sintoniza con Kraftwerk y otros próceres de los setenta (“I Can Hear Eevrything”) y delinea un ambient que no suena apolillado, porque igual puede recordar a Brian Eno como a los últimos Junior Boys o incluso a las letanías crepusculares de The Blue Nile: escuchad “This Can’t Be Happening”, “You Are Here Now” y – sobre todo – esa maravilla que es “Wolves”, siete minutos de cierre que valen su peso en oro. Si además le sumamos su inagotable capacidad para expedir singles potenciales (que solo tendrán eco en las listas de éxitos del más allá), como “Warm By The Fire”, solo queda reconocer que su apuesta casi autogestionaria (desde su estudio casero en Massachusetts y con sus fieles Blair Cowan y Neil Clark trabajando a distancia) por los sintetizadores y las programaciones, así como por textos cada vez más enigmáticos y sugerentes, se revela como todo un incontestable acierto.
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