Digamos que los zaragozanos Picore son al hardcore a lo que Tool al metal. Una comparativa para nada gratuita si nos fijamos en las sonoridades con que el cuarteto llena su segundo disco -complejas, densas, arriesgada, recias-, pues, aunque lo suyo barra hacia el post-hardcore –y en concreto hacia la musculatura y robustez de Shellac-, más de una concomitancia vamos a encontrar con los creadores de “Lateralus”: ya sea en forma de rítmicas a contrapié, equilibrismos con las estructuras, ambientaciones oscuras o en el relevante papel que juegan sus voces. En este último caso destacando más por la singularidad de su tratamiento –sin artificios: casi narrando, sin prácticamente melodía- o en la atención que reparan en la confección de sus singulares letras, consiguiendo así un profundo efecto en el oyente, aunque sea para bien o para mal. Una propuesta de fuerte personalidad que se convierte, pese a su sonido deficiente o esa linealidad general debido a la escasez de picos dentro de una teórica gráfica de intensidades, en uno de los monstruos con sufijo core más singulares de todo el panorama estatal.
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