El proyecto de Kristin Hayter es de una vehemencia sobrecogedora y de una sofisticada genialidad. Artista conceptual e interdisciplinaria; genio académico, profunda reivindicadora de causas de género como la lucha contra la violencia doméstica y los abusos de poder, este segundo trabajo sigue teniendo un poco de todo eso, como buen fruto de su marcado personalismo. Hay mucho de contenido litúrgico, de mística, y algo menos del primitivismo de "All Bitches Die" (17). Pero la misma cantidad de trauma, purga y catarsis sónica, algo canonizado aquí bajo la etiqueta neoclassical dark wave, sobre la que la californiana explora con esta suite de once nuevas murder ballads explosivas, largas, dolientes y siempre experimentales.
Con la predominancia de grandes principios éticos, encontramos una auténtica lucha frontal contra las preconcepciones judeocristianas sobre la mujer. Pero antes que emplear el prisma sociopolítico del feminismo, en Kristin predomina el interés por la búsqueda de sonoridades sobrecogedoras, implicándose en cuerpo y alma en un proceso de deconstrucción de la visión histórica y mitómana de la misoginia. Su tesis doctoral también le avala en este aspecto. Se dice de su defensa, en forma de performance cuasi-operística, que provocó incluso lágrimas.
Más genéricamente, este “Caligula” es tal vez una forma de autorreflexión sobre el deseo de venganza, al tiempo que una exposición de la megalomanía demente imperante en el eros de nuestra civilización. El deseo como forma de control. “Who will fuck you if I won't? Who will love you if I don't?” grita en “May Failure Be Your Noose”, poseída por alguna forma de mesianismo freudiano.
El hecho de que esta vez haya sido acogida por el sello canadiense de metal extremo Profound Lore Records dice mucho de hacia dónde desemboca su música en última instancia; pues se intuye la influencia del metal extremo. No en vano, con Hayter colaboran, entre otros, músicos de The Body, Full Of Hell o el ruidista Sam McKinlay (The Rita).
Desde el primer instante, sus recursos vocales son su mejor arma. Un registro casi ilimitado, protagonizado por esos glissandos vocales que simulan un violín o que incluso juegan el contrapunto con éste, como ocurre en “Butcher Of The World”. En esta pieza, la mezcla con “Funeral Music For Queen Mary” de Henry Purcell es un guiño sutil a la violencia gratuita (haciendo evidente la reinterpretación cultural con la que el legendario cineasta Stanley Kubrick demostró ser un maestro, cuando la incluyó en “La naranja mecánica”). Pero pocos giros más hacia la cultura pop encontraremos en este trabajo de altos vuelos en el que el cambio de registro y la experimentación son constantes. Algo de electrónica en “Day Of Tears And Mourning” y mucho de paisajes puramente acústicos o ambientales en los que todo puede mutar, estallando en cualquier momento (pero estallando de verdad), obligando al oyente a enfrentarse a sus propias concepciones estéticas.
En su canal de YouTube, Amanda Palmer la comparó con Merzbow (uno de los máximos exponentes del noise japonés) o Diamanda Galás. Pero en realidad no hay que irse tan lejos: estamos ante un género en el que muchas artistas conceptuales, potencialmente desconocidas, se han sentido cómodas para la experimentación, en cualquier rincón del planeta como Lisa Gerrard, Uboa, Elizabeth Colour Wheel o quizá más en la línea de Dead Can Dance, Dark Sanctuary o Nox Arcana. Y si un problema habitual es que los artistas conceptuales de este tipo suelen perderse en la ambigüedad o la presuntuosidad, Kristin Hayter es eminentemente explícita, clara y eficiente en lo abstracto, cuando lo pretende también.
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