No Shame

A modo de terapia, Lily Allen ha desmontado su vida en “No Shame” para analizarla pieza por pieza hasta encontrar la estabilidad emocional. Personal, sincero, frágil y, por supuesto, sin filtros. A Lily no le da miedo hablar en público de sus problemas con la maternidad, su crisis existencial provocada por el divorcio, su mirada nostálgica al pasado o el acoso social. Ha aprendido a decir que no a la vida que no quiere vivir, pero para lograrlo no ha atravesado un camino de rosas ni mucho menos.

Abandona por completo a Greg Kurstin en la producción, pero recupera a viejos amigos como Mark Ronson (trabajó con ella en la pegajosa “Littlest Things” del primer álbum) que pone su sello personal en “My One” y saca a lucir el mejor trabajo vocal de Allen en toda su carrera en “Family Man”. Vuelven los teclados, continúa manoseando el pop a su manera y apuesta por potenciar el afrobeat en temas como “Waste” junto a Lady Chann o la aplaudida “Lost My Mind”. A nivel sonoro es un álbum que refleja a la perfección lo que Lily Allen siempre fue. No busca ser original, ni experimentar, tampoco engaña a nadie. Simplemente ha querido contar su historia y que suene de la forma que mejor le representa. Lily reconoce que en los últimos años atravesó una terrible crisis creativa y de identidad. Que ella misma no se siente orgullosa del enfoque que le dio a “Sheezus” (Parlophone, 2014) buscando alcanzar el éxito a toda costa ofreciéndole al público lo que consumía en ese momento sin importar nada más. Por eso, para la construcción de esta era ha invertido el tiempo que creía necesario, sin presiones algunas que alteraran la intención de generar un álbum que en primera instancia sirviera de proceso sanador para la propia artista.

Así, “No Shame” fue engendrado en Los Ángeles junto a su gran amigo Fryars y terminó desplazándose a Londres para mimarlo todo lo que se merecía. Un proyecto que habla sobre las relaciones humanas. Un disco personal en el que Lily se ha desnudado para nosotros, pero con el que a la vez cualquiera se puede sentir identificado en mayor o menor medida. El álbum abre dando un golpe sobre la mesa con “Come On Then” y haciendo frente a esta sociedad contaminada por la falsedad y la dureza de las redes sociales. Asumiendo la críticas, restándoles valor y tapando la boca de todos esos haters que llevan años agrediéndola (“Yeah, I'm a bad mother, I'm a bad wife You saw it on the socials, you read it online”). Gran parte del protagonismo del disco se lo lleva su divorcio con Sam Cooper y cómo ella misma ha tenido que asumir que cayó sin poder evitarlo en todos los tópicos de pareja que siempre evitó. Critica el patriarcado y defiende a ultranza el desafío que supone para ella ser madre y cuidar su carrera como músico (“Three”).

Y bueno, aunque se trate de un disco tremendamente personal Lily no ha dejado de lado la crítica social. Ya se observa de hecho de forma implícita su continua lucha por los valores feministas en el modelo de mujer que es, en esa ruptura con los prototipos a la hora de construir su propia vida y familia. Pero, también existe un mensaje más directo a este asunto en “Cake”. Himno con el que cierra el álbum aportando una carga de positividad e invitando al colectivo a seguir alzando la voz (“Love this life, stand your ground. I don't see no reason you can't). Como, por otro lado, también es necesario destacar los divertidos guiños de crítica política que contiene “Pushing Up” en busca de un futuro mucho más esperanzador.

“No Shame” es el cuarto álbum de una artista que ha priorizado sus valores y pasión a una vida normativa. De una estrella que recuerda el pasado, busca su mejor futuro y llega más reforzada que nunca para hacer frente a las críticas sin necesitar florituras sonoras para abrir su corazón. Sin duda alguna, la madurez artística de Lily está siendo un regalo para todos nosotros.