Odio a Rancid. Les odio porque me llevaron hasta las mismas narices de su cuartel general y no me descubrieron los secretos de su nuevo larga duración. Les odio porque apenas me comentaron las colaboraciones con que iban a sorprendernos en su cuarto álbum. "¡Sorpresa!" me dijeron. Y eso es, efectivamente, con lo que me he encontrado en "LifeWon´t Wait", con una sorpresa tras otra, con un montón de composiciones -veintidós- que, como las chispas de una bengala, escapan en infinitas direcciones, con un puñado de invitados de lujo de los que quitan el hipo (aparte de Hepcat, nos encontraremos por el camino con varios Specials, con Dicky Barrett de los Bosstones, con una leyenda del dancehall llamada Buju Banton y con todo un Roger Miret de Agnostic Front) y, ante todo, con algunos de esos himnos tan frescos con que los californianos nos obsequian cada par de años.
Ni tan directos como los de "Let´s Go", ni tan pegadizos como los de "...And Come Out the Wolves", estos nuevos cincuenta y tantos minutos son la confirmación de que Rancid han tomado buen ejemplo de The Clash. No porque sigan sonando puntualmente a ellos, sino por la facilidad con la que saltan de un estilo a otro sin sonar artificiales ,haciendo carne de su carne el ska de nuevo y viejo cuño, el punk británico, el rock steady, el rock´n´roll puro y duro a la cincuentas, los sonidos old school con la vista puesta en Kingston y lo que quieran ustedes imaginar. Arrollador en su sencillez, un inmenso pedazo de diversión que, cuando escuche pasados los cuarenta, me recordará que, de joven y perdido en la soledad de mi cuarto, yo también quise ser eternamente hooligan y me quedé, con las ganas.
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