Life irrumpieron hace apenas un par de años con un álbum que despertó el interés de Steve Lamacq y de colegas como Idles. Abiertamente políticos en su debut, en su segunda entrega miran más hacia dentro, con asuntos de fondo tan espinosos como la salud mental, aunque no dejan de mirar de reojo al Brexit, Trump y el laberinto político en que estamos enfangados. Emparentados con bandas tan estimulantes como Bodega, con quienes comparten su visión sardónica sobre la vida moderna y marcadas influencias de post-punk enérgico, Life demuestran ir sobrados de nervio, personalidad, mala leche y sobre todo…canciones.
En su segunda e inspirada entrega los de Hull (sí, la cuna de Housemartins) amplían las miras, incorporando nueva bajista, e inspirándose en gigantes como Mark E. Smith, impagable cronista del costumbrismo británico tamizado por la serie B, la sordidez típicamente local y el friquismo. El single “Moral Fibre” sienta las bases: breve y al grano, las referencias cultas de finales de los setenta y primeros ochenta (Wire, The Fall, los primeros The Damned, Gang of Four…) están perfectamente digeridas.
Si Idles apuestan por la tensión y una oscuridad viciada, una ligereza melódica, una sencillez destilada a lo esencial, eleva las canciones del cuarteto, que tiene estribillos para repartir (la tremenda “Hollow Thing”, “Excites Me” y su órgano, la enérgica “Niceties”). En “Bum Hour” (irónico himno a la indolencia asocial) e “It´s A Con” se alían con un bajo hipnótico para acercarse al kraut, con resultados inmejorables. El nivel no decae: ahí están el fraseo vocal y el bajo anguloso de “Never Love Again”, el adictivo riff de bajo de “Thoughts”, la oscuridad espídica de “Grown Up” o “Half Pint Fatherhood”, en la que parece que James Murphy hubiera rejuvenecido veinticinco años, o Protomartyr miraran a la pista de baile. Hasta poniéndose siniestros son irresistibles (“Don´t Give Up Yet”). La duda que me queda: ¿se habrán dejado algo para el tercero?
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