Un paso atrás para dar luego dos hacia adelante. Esa parece ser la máxima a la que se ha ceñido la murciana Lidia Damunt en el quinto álbum a su nombre, conjugando la fibrosa austeridad que confería a aquellas primeras entregas en solitario con una querencia pop - más reciente- que se yergue orgullosa en melodías que no por ello, ni mucho menos, han perdido el filo. Al contrario. La horma folk o el trote country rock que sostienen algunas de sus composiciones presentan un aspecto algo más diluido, y no menoscaban la luminosidad de una colección de canciones que expide al menos un par de clásicos instantáneos, algunos regidos por un recuperado sentido del humor: es el caso de “Bolleras Como Tú” o de “Mi guitarra” (“mi guitarra es una máquina de matar el tiempo”, dice en un guiño a Woody Guthrie que es más una forma de cauterizar heridas que una humorada gratuita). O de la deliciosa -disculpen la relación de ideas tan obvia- “Como la miel”, otro de sus puntos álgidos.
La ex Hello Cuca se muestra de nuevo como una compositora certera e intuitiva, sabia dominadora de las distancias cortas que recurre al rasgueo de su guitarra acústica y a sus arrebatados giros vocales como principal asidero para establecer línea muy directa con el oyente. Apenas unos teclados de Hugo Sierra en un par de temas y la siempre apreciable voz de Teresa Iturrioz, de Single (en “Quién puede arreglar”), contribuyen a redondear un disco notable, en el que la producción de José María Rosillo (Amaral, Jorge Drexler, Marlango) tiene a bien preservar intacta la desenvuelta naturalidad de su temario.
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