En la octava etapa de ese fascinante viaje en el que han convertido su discografía, Liars mantienen las directrices básicas de su discurso: atmósferas obsesivas, ambientes fantasmales y crudeza en la producción, pero esta vez dejan entrever su vertiente más “pop” (todo lo pop que Liars pueden sonar, claro está) en una colección de temas donde resultan más reconocibles que nunca las estructuras de canción en detrimento de la experimentación ruidista.
En este disco hay guitarras acústicas y melodías puramente sesenteras, que sitúan a Liars en un terreno inclasificable y personal que suena a psicodelia industrial, si es que eso tiene sentido. Los aportes electrónicos esta vez se alejan del carácter ambiental que caracterizó "WIXIW" y del acercamiento a la música de baile que supuso "Mess" para jugar en "TFCF" un papel secundario en forma de paisajes industriales saturados que funcionan de contrapunto perfecto para unas canciones donde priman las melodías intimistas de intención, a ratos, prácticamente folk.
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