En su ambiciosa puesta de largo para Ninja Tune el productor británico Leon Vynehall se ha sumergido en la historia de su familia para articular un precioso collage sonoro en forma de diez composiciones que funcionan como capítulos (el disco viene acompañado de una novela coescrita por el propio Vynehall) o como un conjunto de polaroids que narran una historia de descubrimiento y nostalgia.
Esta recreación del pasado familiar como fuente de inspiración para sus composiciones fue también el hilo conductor de su anterior trabajo, el laureado Music For The Uninvited (Leon Vynehall, 2014) en un viaje a la infancia rememorando las canciones que sonaban en el coche de camino al colegio en compañía de su madre. En esta ocasión, la narrativa gira entorno al viaje de los abuelos de Vynehall en los años sesenta para emigrar a Estados Unidos desde Southampton, Inglaterra.
En From The Sea/It Looms (Chapters I & II), los graznidos de gaviotas sobre un barco que zarpa de Inglaterra para cruzar el Atlántico nos sitúan en el inicio de una historia en la que la electrónica minimalista y las grabaciones de campo se fusionan con arreglos de cuerdas, vientos y piano en un elegante juego de contrastes que Vynehall maneja con gusto exquisito.
Alejado de las influencias deep house presentes en su discografía anterior, en Nothing Is Still (Ninja Tune, 2018) nos encontramos con un Leon Vynehall interesado en explorar y desarrollar la vertiente más cinemática y ambiental de su música, con la vista puesta en Philip Glass y las bandas sonoras más que en la pista de baile. El sonido radiofónico de las grabaciones de conversaciones en Julia (Footnote IV) o las bases downtempo y el crescendo de cuerdas de Envelopes (Chapter VI) nos llevan al DJ Shadow de Private Press; los ambientes jazz de Movements (Chapter III) combinan sorprendentemente bien con la densidad electrónica de English Oak (Chapter VII): uno de los pocos momentos del disco, junto a Trouble (Chapter V), en los que Vynehall sube revoluciones y suelta las frecuencias graves a ritmo de house oscuro. El aire decadente y cinematográfico del piano y los violines de It Breaks (Chapter IX) pone punto final a una historia condensada en unos escasos 38 minutos de música de una extraordinaria belleza.
El viaje sonoro que propone Leon Vynehall en Nothing Is Still requiere de varias escuchas y una cierta dosis de atención para ser apreciado en su totalidad, y ese es un ejercicio que recomiendo encarecidamente a quien lea esto: vale la pena.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.