Crítica de 'Nueva Sinfonía Sobre el Caos', lo nuevo de León Benavente
Discos / León Benavente

Crítica de 'Nueva Sinfonía Sobre el Caos', lo nuevo de León Benavente

7 / 10
JC Peña — 04-10-2024
Empresa — Laventura
Género — Rock

Muchas cosas importantes le han pasado a León Benavente en estos últimos años: paso a la autogestión, cambio de management, una gira todavía lastrada por los últimos coletazos de la pandemia… Por no hablar de los cambios sísmicos que ha sufrido la industria.

Quizá más conscientes que nunca de que no tiene sentido quedarse quietos, Abraham, César, Eduardo y Luis adoptan los ropajes instrumentales más abiertamente electrónicos de estos más de diez años al pie del cañón. Es un largo camino que viene de Vamos a volvernos locos (Warner, 19), se refinó enERA (Warner, 22) y que aquí culminan con la solidez que les caracteriza.

Lo hacen en poco más de media hora, con canciones de vitalismo desafiante en las que su vena de krautrock se empasta de manera visceral con sintetizadores futuristas y bajos electrónicos de escuela DFA. Añaden a su repertorio un puñado de gemas que a buen seguro brillarán en directo, aunque el nivel compositivo decaiga en un par de momentos. En cuanto al tono, puede que tengamos todas las razones del mundo para deprimirnos, pero ellos se niegan en redondo a caer en el fatalismo.

En lugar de producirse, esta vez han contado con el enfoque externo de Martí Perarnau IV (Mucho), cuya mano se nota, aunque no entierra su personalidad. Ahí siguen los certeros textos de Boba, repletos de ironía inteligente, que canta con su habitual autoridad vocal. El cuarteto destila su carácter en cortes del impacto de “Nada” con su bajo a lo New Order, o “En el festín”, con un riff de bajo y sintetizador que daría daría para una remezcla larga e hipnótica de esas de cuando se vendían maxi singles. “Baile existencialista” (“quizá la juventud eterna le pediría al genio de la lámpara”) es un título oxímoron que resume a la perfección el espíritu del álbum. En “A la moda” se ponen sarcásticos: “Yo no soy el Titanic, no me voy a hundir ni de broma”, canta Boba.

También llevan a las máximas consecuencias su lado más pop (“La aventura”), con un estribillo en el que reivindican una especie de carpe diem, o “Brillando”, con un ambiente urbano que no me acaba de convencer. Pero no faltan momentos más oscuros y densos que equilibran el tono y ponen el acento en su corazón rockero: “Úsame/tírame” tiene el regusto amargo de estos tiempos en que todo es más efímero que nunca, mientras “Su verso”, con un Abraham desgañitándose, casi podría estar firmada por Lagartija Nick.

“Gerry” cierra con letra personal, y un estribillo complejo lleno de sintetizadores. Al final, la viva impresión que deja el álbum, con su urgencia vitalista sin complejos, es que el cuarteto se ha despojado de retórica para ir a lo esencial. En tiempos en los que hay demasiados discos dobles, tener capacidad de síntesis es una virtud a reivindicar en estos tiempos volátiles en los que el rock, electrónico o no, nos sigue salvando.

 

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