Las bajas causadas por el –a veces caprichosamente cruel– propio discurrir de la vida en el mundo del soul ha situado a Lee Fields como uno de los últimos clásicos, tanto por cuestión de edad como de estilo, que se mantienen bajo una admirable forma y todavía en pie. Un estatus con el que no siempre ha sido agraciado el estadounidense, siendo en este siglo XXI cuando definitivamente, y con el fiel acompañamiento de su banda The Expressions, se ha asentado con rotundidad en esa posición de privilegio tras el recién cumplido medio siglo de biografía artística. En ese sentido, su nuevo disco, el quinto firmado con esta denominación, mantiene intactas las mismas estructuras, ya sea en el concepto musical manejado o en el organigrama de su plantel. Un trabajo, por lo tanto, que se distingue por aparecer embebido de la tradición del género, pero que a su vez elude, en buena medida gracias a la labor en la producción de su fiel escudero Leon Michels, presentarse como un mero ejercicio de revivalismo, haciendo acopio de los condimentos necesarios para desplegar una condición conectada al momento actual. Actitud que queda visibilizada desde una inicial pieza homónima sostenida sobre unas coordenadas –las mismas que se le pueden atribuir a una más directa y desenvuelta “A Promise Is A Promise”– que parecen aludir a, entre otros, Curtis Mayfield. Terreno apropiado para extender un manto de envolvente ambientación sonora sobre la que posar la siempre atinada, y nada sobreactuada, expresión vocal del intérprete.
La persistente aparición y las continuas referencias al amor, ya desde la misma elección del título del álbum, a pesar de estar enfocadas hacia personalizaciones o adoptando la forma de proclamas religiosas, se configuran por encima de todo con la intención de trasladar un mensaje de hermandad y confraternización en unos tiempos especialmente revueltos. Una disposición, pese a dicha vocación mesiánica, planta cara al estado de las cosas en una airada, en su verbo descriptivo sobre la situación política y en su tono declamatorio, “Wake Up”, enfundada en un traje más funk y visceral. Representación orgánica de su sonido que también incluye una “Two Faces” alimentada de buenos coros o la más romántica y acogedora “You're What's Needed In My Life”, composiciones por las que no dejan de asomar nombres icónicos como Bobby Womack o Solomon Burke respectivamente. La épica dramatizada que reviste “Blessed With The Best” no la alejará de ese tono conciso, adquiriendo para su recreación ritmos no muy distantes de la cadencia básica del dub, la misma que tomará una prioritaria presencia en en la epopéyica “God Is Real”.
El punto y final del álbum se desarrolla bajo la particular “Love Is The Answer”, donde un absorbente y preferente contenido instrumental vuelve a dar muestras del perfecto encaje entre la herencia clásica y una manifestación alejada de convencionalismos. Un entorno por el que se esparcirá, a modo de mantra, el continuo recitado del título del tema. Una declaración de principios en toda su extensión y la reafirmación de un mensaje que pese a su sencillez no deja de ser tan atemporal, certero y valioso como resulta la exquisita música de Lee Fields.
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