Seis años después de habernos regalado “Landfall” (18) junto a Kronos Quartet, Laurie Anderson se enfrenta a la vejez con un nuevo acto de inspiración notable.
Guiada por la historia de la aviadora Amelia Earhart durante su mítico vuelo de 1937, en el que desapareció, Anderson retoma esta pieza ya interpretada en el año 2000 para darle formato discográfico. Y lo hace a través de veintidós piezas armadas en torno a una narrativa horizontal, en la que la cadencia de sus palabras timonea una travesía con presencias como la de ANOHNI e incluso de la propia Amelia, cuya presencia fantasmagórica se hace presente a través del uso de su voz, rescatada de una grabación antigua.
Respecto a las cinco apariciones de ANOHNI, cabe decir lo relevantes que son a la hora de proporcionar un punto diferencial dentro de una cadencia melódica quizá demasiada atada a sus propias necesidades narrativas, por encima de las melódicos. Eso sí, tampoco debemos olvidar las dotes innatas con la aplicación del spoken-word, a través del cual la de Illinois es capaz de transmitir toda clase de matices emocionales.
A partir de esta base de trabajo, el relato de Anderson es trazado por medio de una digresión constante entre dos polos instrumentales. Por un lado, contamos con la esencia arty analógica y electrónica, seña de identidad inconfundible de esta santa patrona de la vanguardia pop. Por el otro, contamos con el ADN clásico proporcionado por la Filarmónica de Brno. El choque entre ambas vertientes alcanza picos gloriosos en momentos como “Flying At Night”, aunque no siempre dicha fusión alcanza la fluidez natural de dicho discurso bicéfalo.
A pesar de que no todo funcione con la precisión y variabilidad necesaria, “Amelia” es otra muestra inconfundible de un talento ajeno a modas y algoritmos, alimentando un palacio de ideas que a cada nuevo trabajo suma más estancias en las que querer perderse.
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