El nuevo trabajo de la siempre desconcertante Laurel Halo nos muestra la vertiente más ambiental y experimental de una creadora tan personal como difícil de clasificar. La formación clásica de la joven compositora de Michigan afincada en Berlin (Halo estudió piano y violín), toma el protagonismo en este "Raw Silk Uncut Wood" (Latency, 2018) para dar forma a un disco que funciona como contrapunto perfecto a su anterior "Dust" (Hyperdub, 2017).
Si en Lust las coordenadas principales giraban entorno al uso y manipulación de las voces como si de un instrumento más se tratara sobre bases de electrónica sutil, en "Raw Silk Uncut Wood" nos encontramos con un trabajo enteramente instrumental, de sonoridades electroacústicas y carácter paisajístico, en el que Halo deja de lado su querencia por la electrónica minimal y la idea misma de estructura de canción para entregar seis piezas que componen su trabajo más radical hasta la fecha.
"Raw Silk Uncut Wood" se abre y cierra con dos composiciones que superan los diez minutos, marcadas ambas por la ausencia de tempo y construidas sobre largas progresiones de acordes de órganos y sintetizadores con puntuales y elegantes arreglos del chelista Oliver Coates y del percusionista Eli Keszler. La quietud hipnótica y el tono onírico de ambos temas asientan un estado de ánimo contemplativo donde manda una calma casi glacial y una extraña sensación de melancolía. Esa sensación de paz con la que arranca y se despide el disco ofrece un colchón sobre el que dejarse llevar por la sucesión de sonoridades ambientales en las que se mueven las cuatro piezas en las que se divide la parte central de la obra. Haciendo honor al llamamiento al minimalismo y la simpleza de una cita de Úrsula Le Guin sobre un antiguo dicho taoísta (cita de la cual está extraído el título del disco) estas cuatro piezas breves nos muestran a Laurel Halo transitando por diferentes vertientes del amplio espectro sonoro que abarca su música, desde la experimentación tonal en busca de sutiles contrastes armónicos a la influencia del free jazz.
El disco en su conjunto, como ocurre en general con la música de vanguardia y experimental, requiere de predisposición y de un mínimo conocimiento previo por parte del oyente para entender realmente qué está sonando en cada momento y qué intención hay detrás. Si lo escuchas a desgana o en una situación poco propicia para la introspección te va a parecer una sucesión inconexa de sonidos y ambientes fantasmales. Si le pones interés descubrirás la habilidad de una talentosa creadora para investigar las infinitas texturas y posibilidades de una forma de entender la música desde lo abstracto, jugando en el terreno de lo sensorial. No hay cabida para la inmediatez y lo cerebral en este disco, y con ello Laurel Halo nos deja otra vez tan sorprendidos como expectantes por ver hacia dónde dirige en su siguiente paso una carrera marcada por los quiebros constantes y una actitud huidiza y recelosa de lo convencional.
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