Más cuánticos que en su debut, el regreso de Incendios dos años después del físico y territorial “El cuerpo humano” nos presenta en “Las sillas voladoras” a unos Dr. Jekyll & Mr. Hyde (a veces son Atención Tsunami, a veces Incendios) definiendo un sonido cuasi científico: alusiones matemáticas y astrales, manteniendo ese pulso de colisión entre subgéneros que dejan trazas de slowcore, post-rock, dreamgaze, krautrock o space pop y que los mantiene en una órbita tan cerca de Boards of Canada como de Spiritualized, Low, Tortoise, Mercury Rev o Tycho.
Como si de una tesina en exploraciones y perforaciones atmosféricas se tratase, Incendios consiguen firmar una suerte de banda sonora de una película imaginaria, manteniendo el equlibrio a través de riffs circulares, bajos al frente de la canción y unas maniobras de escapismo que juegan a orbitar entre sí a escala perpetua. De ahí que consigan que imaginemos un universo repleto de nuevas condensaciones, contestaciones y dibujando un cielo nuevo en el que “Las sillas voladoras” son el nuevo suelo.
Y lo consiguen casi evitando el estribillo en pos de dar espacio a crescendos de estética épica, nos pasean por un cancionero equilibrado, dejándonos temazos que van desde lo gravitante (“Desgrísteme”) a la ópera slowcore en dos partes (las dos de “Arde”), guiños neoclásicos en donde conectan after-pop y ramalazos casi sinfónicos (“Las sillas voladoras” o “Al final nadie se salva”), eléctricos y serpenteantes riffs circulares que cantan a la taxidermia (“Disecar”), estallando en un leve movimiento de post-rock instrumental a lo Explosions in the Sky (“Fuegos artificiales”), componiendo una narcótica nana indietrónica con tanto de Owl City como de Death Cab for Cutie (“Teoría de nubes”) o recuperando un himno cinemascópico perdido (ahora encontrado) de su etapa como Healthcontrol (“Quiero ser como Bergman”). Mira qué lejos el suelo.
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