Al llegar a su última etapa, el noveno álbum de Las Ruinas alude a una pregunta implícita, ¿por qué Los Punsetes sí y ellos no? ¿Cuáles son las razones para que una fábrica de himnos como ellos nunca haya conseguido traspasar la línea que separa la Champions del indie nacional de las camadas pretendientes a ascender? Quizá algún día todas estas preguntas tengan respuesta lógica. Ese será el momento en el que se convertirán en objeto de reevaluación y excusa del “yo estuve aquí”: cuando nos demos cuenta de su ausencia. Ya se sabe, para valorar algo, primero hay que echarlo de menos… Y es que, a la espera de un próximo disco en directo, Las Ruinas nos dicen adiós. En su caso, de la única manera que lo saben hacer: bajo un crisol de matices estilísticos condensados bajo la etiqueta “heavy pop”, del que ellos mismos vuelven a burlarse por medio de un nuevo atentado contra la horizontalidad.
Del pálpito Black Sabbath en 'Coloso' al recuerdo a The Go-Betweens en 'Piedras preciosas', el trío barcelonés ha forjado un ramillete de hits underground en los que las sonrisas torcidas son fruto de depresión generacional y los baños de ducha fría, la solución para curar resacas de borrachera tragicómica. Todo cien por cien fibra. Un regalo de despedida que quizá no nos merezcamos, pero que ellos se han resuelto a ofrecernos y, de paso, dejar constancia de un hecho inapelable: la grandeza de una formación que será de referencia obligatoria cuando se nos dé por recordar cuáles son los secretos mejor guardados del pop estatal de la década que nos dice adiós.
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