Hubo una época, a finales de la década de los ochenta, en el que el rock’n roll de ascendencia bluessy tuvo un momento ciertamente espectacular. Bandas como Georgia Satellites, The Jeff Healey Band, The Black Crowes, The Quireboys o The Dog’s D’Amour revitalizaban con sus tonadas un género que tuvo su apogeo en los setenta de la mano de bandas sureñas como los Allman Brothers, pero también inglesas como Bad Company o Faces. Sin embargo, aquel renacer se fue diluyendo en parte propiciado por la llegada de grunge, pero también del indie-rock, el rap y, como no, del indie-folk y la americana más alternativa que ofrecía una cara más sofisticada, cultureta y universitaria al rock americano de toda la vida. De Wilco a los Fleet Foxes pasando por Ryan Adams, Bon Iver, pero también Drive By Truckers, The Avett Brothers o Blitzen Trapper. Todo mucho más aseadito y sesudo. Sin ese punto cafre y peligroso que emana del rock sin coartada cool. Pues bien, no deja de ser curioso que una de las formaciones que está revitalizando desde hace una década el legado más guarreras y puro del rock americano sea el formado por estas dos hermanas que llevan cinco largos a sus espaldas, reivindicando el lado más auténtico y salvaje de la música trazada a base de riffs rotundos.
“Self Made Man” es un disco sin trampa ni cartón . Un trabajo en el que dos más dos siempre suman cuatro, y todo se ajusta a los cánones de la pureza lograda a base de escuchar a los clásicos. Y esa es precisamente su principal debilidad: sabes en cada momento a qué va a sonar cada tema, y las salidas de tono brillan por su ausencia. Está todo tan medido que cierto tufo a artificio acaba por colarse por todos los lados. Pero ¡Ojo! Eso no le resta méritos al hecho de que esté todo perfectamente ejecutado, y que tanto las guitarras como las voces están muy bien moduladas. En exceso añadiría yo. Porque aunque los solos se prodigan y pueden presumir de una excelente técnica, no es menos cierto que la parte vocal de tan correcta suena demasiado estándar. ¡Y lo que es peor! La amenaza brilla por su ausencia. Por eso cualquiera de las bandas nombradas al principio de la reseña se las comerían, en sus buenos tiempos, con patatas. Siendo sincero Larkin Poe no les durarían dos asaltos. Lo cual no quita que el trabajo cumpla con el cometido de contentar a los nostálgicos y abra la puerta a que las mujeres se acerquen a un género dominado por los hombres tanto arriba como abajo del escenario. Solo por eso las hermanas Lovell merecen todo el respeto del mundo. Por eso y por hacer las cosas de forma impecable. Lástima que en el fondo lo que mola del rock sea precisamente todo lo contrario.
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