Lankum son revolucionarios vestidos de tradicionalistas, a pesar de que la banda basa gran parte de su repertorio en canciones tradicionales, son mucho más originales que la mayoría de bandas que componen sus propias canciones, porque estos tipos son verdaderos renovadores de la forma, un grupo que ha sabido realmente darle un nuevo giro a un género, en este caso la música folk, principalmente irlandesa, dejando su propia impronta como hicieron hace ya unas décadas los Pogues.
Pero mientras los de Shane McGowan aportaban su espíritu punk, la banda formada por los hermanos Ian y Daragh Lynch, Cormac MacDiarmada y Radie Peat han añadido una intensidad y oscuridad a la hora de abordar esta música que los emparenta con otros estilos tan alejados como el metal, el rock gótico y, sobre todo, la música drone, una de sus especialidades. Es increíble ver la fuerza y la amenaza que consiguen utilizando únicamente instrumentos tradicionales, y en este "Live In Dublin", grabado en directo en uno de sus sitios favoritos, el Vicar Street de la capital irlandesa, está la prueba de que estos cuatro músicos son capaces de trasladar la fuerza y la amenaza de sus grabaciones en estudio al directo.
El repertorio del disco se basa principalmente en sus dos últimos discos, cinco canciones de "The Livelong Day" y tres del más reciente "False Lankum", además de la primera versión grabada de una de las piezas esenciales de sus directos, "The Rocky Road To Dublin". El disco comienza con su tema más popular su valiente adaptación de "The Wild Rover" que explica a la perfección el sonido de la banda, se abre, como no podía ser de otra forma, con el drone, esa repetición de notas, con el violín de MacDiarmada embrujado por la viola de John Cale, y entonces entra la voz de Radie Peat que es tan bella como aterradora al mismo tiempo, como la música de esta banda que es capaz de ir hacia esos los dos extremos del espectro en una misma canción. Los zumbidos que empiezan en el fondo van pasando a primer plano, ganando fuerza y añadiendo una sensación de desasosiego y singularidad a las piezas, canciones con cientos de años a sus espaldas, como este "The Wild Rover", suenan nuevas y originales en sus manos.
En "The Young People" nos convencen de que también pueden sonar hermosamente trágicos, se trata de un tema original de Daragh Lynch, cantado por los dos hermanos, que trata sobre el suicidio y que, en cambio, musicalmente, es el momento más calmado, bello y despojado de todo el disco. Luego llega el canto coral de "The Rocky Road To Dublin", pero detrás de sus empastadas voces vuelve a aparecer el amenazante drone que poco a poco se va incrementando, creando una especia de marcha mortuoria, a la que se podría denominar ambient-folk. De las ruinas pesadillescas de la anterior surge "The Pride Of Petravore", es el sonido del miedo y la amenaza hecho música, cuando en medio de semejante panorama surge una especie de flauta suena a respiro, la oscura amenaza sonora se pone a jugar con la melodía de la flauta, mientras la percusión retumba con una furia inimaginable. A los seis minutos, de una canción de siete, entran, por fin, las triunfantes voces.
Ian Lynch declara en tono irónico que "este es un negocio muy, muy serio [...] lo que intentamos hacer es rasgar una enorme grieta en el tejido mismo del espacio y el tiempo". Pero la ironía se pierde cuando comienza a sonar “On A Monday Morning” como si estuvieran realizando un embrujo de miles de años en el escenario.
Cuando Radie Peat comienza a cantar a capella “Go Dig My Grave”, se puede escuchar el maravilloso silencio de las 1.500 personas que abarrotan el Vicar Treet conteniendo el aliento, lo que sigue son casi 12 minutos de pura intensidad musical, los instrumentos comienzan poco a poco a sumársele, así como siniestras armonías, pero el drone comienza a hacerse notar en el fondo hasta convertirse en el protagonista absoluto cuando Peat deja de cantar a los 4 minutos, es entonces cuando la oscuridad más intensa se hace presente, es agobiante y terrorífica. La percusión tiene una fuerza tenebrosa que nunca se asocia a la música folk, parece como si Lankum hubiera acabado de cavar la tumba y ahora estuviéramos introduciéndonos en ella, es oscuro y claustrofóbico, el drone se apodera de todo, una sola nota que parece durar una eternidad, hay aplausos pero parece como si la gente siguiera conteniendo la respiración, cuesta respirar en ese agujero negro. Es asombroso.
Pero como la banda sabe combinar tan bien sus dos extremos, después de dejarnos salir a la superficie otra vez comienza la voz de Peat a cantarnos la bella melodía de "Hunting The Wren", eso sí, nuevamente hay una amenaza latente en el fondo. Aun así, después de las oscuras profundidades visitadas antes, esto suena a rayo de luz en el bosque, aunque nadie en su sano juicio diría que ese bosque no pueda ser en el que se perdieron Hansel y Gretel.
Esto se confirma cuando nos vuelven a meter de lleno en los terrores del bosque con la interpretación de esa abstracción instrumental llamada "Fugue" que se funde en la interpretación, también instrumental, de una vieja canción del folklore americano, "Bear Creek" con el violín de Cormac MacDiarmada en primer plano. A primera escucha puede parecer lo más tradicional de todo el disco, pero hasta aquí suena el drone en el fondo, dándole todavía más intensidad a la pieza, que vuelve a entroncar a la banda con la tradición, a pesar de que, claramente, ellos sean mucho más innovadores que tradicionalistas.
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