Por mucho que nos lo intenten vender como la nueva normalidad o cualquier otra absurda etiqueta de nuevo cuño, el futuro al que vamos a tener que hacer frente es tan desolador que, sin duda, este disco llega en un momento más que necesario. Nadie sabe cuándo vamos a poder socializar, desconectar de la rutina y liberarnos en una pista de baile como hacíamos tiempo atrás, por lo que “Chromatica” funciona como un vestigio sonoro de lo que hasta hace un suspiro éramos todos y cada uno de nosotros. Y a esa nostalgia, por supuesto, se le suma el hecho de que este es un artefacto que apela sin disimulo a aquellos tiempos felices en los que se podía recurrir sin miedo de contagio a la música house, al eurodance de los noventa y a la épica petarda de las galas eurovisivas. Todo ello, eso sí, desde una perspectiva puramente contemporánea porque el álbum está hecho para agradar a esa generación streaming con déficit de atención que necesita estímulos de menos de tres minutos de duración. Hablando en plata, “Chromatica” cumple tan bien su cometido, entretener y hacernos bailar sin descanso, que sus cuarenta y tres minutos saben a poco.
Dejando de lado su último “Joanne”, que la verdad es que iba por otros derroteros, Gaga siempre ha pecado de sobreproducir sus canciones (el principal problema que arrastró aquel “Artpop” de 2013). No obstante, milagrosamente eso no ocurre en esta ocasión por mucho que incluya momentos como la muy a reivindicar “Sine From Above”, un loquísimo dueto con su amigo Elton John que, pese a esa eclosión final drum and bass, podría colar como una colaboración trance entre Safri Duo y Tiësto. Ciertamente, a pesar de contar con un plantel de productores tan diverso como BloodPop, Burns, Axwell, Tchami o Madeon, “Chromatica” suena cohesivo tanto cuando nos hace rememorar a Basement Jaxx (en esa bomba titulada “Replay”) o al “Think Of You” de Whigfield (en “Free Woman”), como cuando nos invita a bailar voguing al son de un saxofón y un coro góspel (“Babylon” pide a gritos ser single) o, por unos instantes, se disfraza de K-pop (lo que ocurre en “Sour Candy”, junto a BLACKPINK).
A nivel lírico también podría decirse que este es el trabajo más inspirado hasta la fecha de la artista, ya que sus letras, por mucho que se escondan en un envoltorio tan descaradamente hedonista, son de todo menos precisamente amables. Por ejemplo, la ya conocida “Rain On Me”, su impepinable éxito a dúo con Ariana Grande, habla acerca de la forma en la que resurgió de sus cenizas en su momento anímico más bajo; y una de las mayores sorpresas del lote, “911”, aborda cómo para sobrellevar su fibromialgia llegó a recurrir a los anti-psicóticos porque su médico le prohibió consumir cualquier tipo de tranquilizante. “Mi mayor enemiga soy yo desde el primer día”, no duda en cantar exhibiendo su yo más vulnerable y humano en este disco que oculta muchas más capas de lectura de las que a primeras parece. Echábamos de menos a esta Lady Gaga.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.