La cristalera
DiscosLa Vieja Escuela

La cristalera

7 / 10
Javier Corral “Jerry” — 19-01-2022
Empresa — Autoeditado
Género — dark wave

El terreno de la música popular en torno al rock se ha convertido en algo cada vez más complejo y extenso, además de intergeneracional. En aquellos años 80, a los que últimamente tanto se acude, la lozanía era factor casi imprescindible y los que superaban los treintantos años eran tratados como dinosaurios; torpes o pragmáticos supervivientes de una era anterior, que en realidad acababa de suceder y muchas veces superarse/obviarse cual tabula rasa, punk y new wave mediante. Pero ahora hay demasiada historia detrás y muchos géneros y subgéneros a recuperar, mezclar, prolongar, estilizar o pervertir; algo que supone que funcionen a la vez músicos que prodrían moldear árboles genealógicos. Quizá todo ello haya dado lugar a una galopante retromanía que germina demasiadas veces en vacuos actos de nostalgia y negocio alrededor.

Pero estos tiempos actuales también son muy dados a segundas oportunidades que simplemente buscan continuar y/o plasmar un trabajo interrumpido bruscamente, sin otro afán que rescatar algo de todo aquel tiempo perdido. Es el caso del cuarteto donostiarra La Vieja Escuela, que en origen sólo permaneció activo un curso, y su primer álbum "La cristalera", grabado y publicado ahora, lo que supone una vuelta oficial tras varios conatos previos y pequeñas actuaciones sueltas. Ganadores del primer concurso Pop-Rock de San Sebastián y el del histórico Gaueko bilbaíno en 1984, y liderados por Juanjo Arrizabalaga, donostiarra del 63, guitarrista, voz y compositor; director los últimos años de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de su ciudad, La Vieja Escuela destacó en aquella segunda oleada de Donosti Sound tendente a los sonidos sombríos que como La Insidia, Matrona Impúdica, Otoño Fiel, La Tercera En Discordia o Jugos de Otros se quedaron en el limbo de las maketas o como mucho algún esporádico recopilatorio de promesas alternativas. El caso es que poco después de aparecer en un "Popazoro" de ETB que presentaba Kaki Arkarazo, el grupo se desvanece en pleno 1985 con apenas un año de vida y aún mucho por decir.

Las trece canciones del álbum, ordenadas casi cronológicamente a su concepción, permanecían por lo tanto inéditas más allá de una única maketa grabada en IZ. La primera parte hace alusión a ese único año de existencia con títulos como "Doble respuesta", "Siberia" o "El precio del compromiso" que referencian a bandas como The Sound, Chameleons, Joy Division o los primeros The Cure, además de los madrileños La Décima Víctima, de quienes incluso hacían en directo "Tan lejos", o unos Paralisis Permante más sosegados. Hablamos de una música densa, algo misteriosa, tejida en torno a guitarras oscuras, voces graves, teclados atomosféricos, textos complejos y una marcada y esquemática sección rítmica. Juanjo contó para ello, además de la producción del mítico Iñaki de Lucas (La Buena Vida, Amateur y un largo etcétera) con la formación original completada con Patxi de Assas (teclados), Julia Onaindía (bajo) y Federico Roig (batería).

El resto de "La cristalera" (título tomado de un instrumental de su primera época) se nutre de otras varias composiciones más pulidas y sensuales de 2008, incluída una adaptación personal del rumbero "No sé, no sé (que tienen tus ojitos que me vuelven loco)" de Rumba 3, que reconducen a su turbiedad habitual, o piezas cercanas al baile como "De latex" o "Sequía", no muy lejos del repertorio de El Columpio Asesino, por ejemplo. El azar, el destino o lo que sea, ha querido que aquellos sonidos compactos y un algo siniestros, permanezcan hoy con cierta correspondencia temporal, dado el aluvión de bandas que miran al pospunk original. La Vieja Escuela, un nombre que ahora puede entenderse de manera bien distinta al de su momento, orilla cualquier atisbo del ejercicio de estilo, más allá del que siguieron como hijos de la onda fría del darkwave, cuando aún lo gótico más bien era una sospecha.

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