“Supervision” es un paso atrás para Elly Jackson como La Roux en muchos sentidos. Tras un notable “Trouble In Paradise” (14), el tercer álbum de la estrella se reduce a reflejar el estancamiento de la artista en un electro-pop monótono y poco innovador. Una nueva era con un cero en creatividad que se queda muy lejos de la gran evolución del género en los últimos años.
Apoyada en la filosofía del DIY, Jackson ha tomado las riendas de su carrera por completo. Desde su casa de Brixton, la británica se ha encargado por si sola de la composición y grabación del álbum y únicamente ha recurrido al apoyo externo de Dan Carey (Kate Tempest, Sophie Hunger) para compartir junto a él la producción. La idea central de Jackson era la de conseguir por fin su libertad como artista. Sin embargo, el resultado final es un reflejo de una figura que hasta ahora es incapaz de brillar por sí sola por mucho empeño que le ponga. Una vez más los sintes ochenteros contaminan “Supervision” de principio a fin. Pero, esta vez además, están ahogados en bases terriblemente pobres que terminan construyendo un proyecto muerto, sin energía alguna. Y es que, desde la apertura del álbum con “21st Century”, y esa base funky a lo Nile Rodgers con el que había trabajado previamente, ya nos presenta una propuesta que no termina de arrancar llegando a generar de forma constante la sensación en el oyente de querer algo más que nunca llega.
Ritmos tropicales cutres (“Everything I Live For”), teclados que suenan a clases de iniciación, ausencia de líneas de bajo, una producción pésima y muy poca literatura. Jackson tardó cinco meses en escribir y grabar el álbum. Previamente, la artista explicó que durante sus años de ausencia, desde el lanzamiento de su predecesor, desechó un montón de canciones hasta llegar a lo que quería y atravesó la ruptura con su pareja de más de diez años que le ha marcado por completo. Así que nunca sabremos a ciencia cierta si otro “Supervision” habría sido posible. Con algo de distancia, se podría describir esta tercera entrega como un disco promesa. El álbum que finalmente hubiera llevado a Jackson a la madurez como artista, a la consolidación de su propia identidad y a colocarla en nuevos caminos sonoros inexplorados. Sin embargo, lo que muestra más bien es una artista que se preocupa más por generar ruido a través de su estética, y fuerte personalidad, que por dar un golpe en la mesa con sus canciones. Algo que juega en contra de una estrella que ha gritado a los cuatro vientos que odia la industria discográfica y todos los artificios que se generan a su alrededor.
Si tuviéramos que salvar algo de “Supervision”, nos quedaríamos con la pegadiza “International Woman Of Leisure” con la que pretende crear un intento de canción protesta. Y, por otro lado, una bonita “Gullible Fool” inspirada en George Michael que sirve para poner punto y final al largo. Ya que siendo sinceros el tercer álbum de La Roux es un disco tristemente destinado al olvido y hasta su característica voz se ve ensombrecida por esa falta de interés que refleja el largo completo. A veces, crear un proyecto que respire una esencia maquetera te puede jugar una mala pasada. Y el intento de Jackson de desnudarse y dejar fuera cualquier complemento que la maquille como la artista que no es ha terminado siendo un punto negativo en una carrera desigual que no logra asentarse del todo. Jackson se ha cortado las alas de nuevo. Competir en la escena pop actual te exige poner todas las armas sobre la mesa por muy al margen que estés de los intereses de mercado. Hay demasiado talento ahí fuera como para dar un paso en falso y no acabar destrozada.
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