El retrato tras la escucha de “La Primera Ópera Envasada Al Vacío” se dibuja con rapidez: un rostro desencajado y la sensación inequívoca de haber cargado con los minutos más demoledores del pop-rock nacional del 2001. Antonio Luque se ha desentendido por completo de fantasmas y expectativas (buff, menudo plantón a los que querían otro “La Pena Máxima”) y en un arranque de genio brutal, casi al borde de la violencia interior, se ha sacado de la manga un disco aterrador.
La no-producción del disco (pienso en Steve Albini: esa batería es grandiosa, sin más) supone la clave, el eje argumental (una producción limpia hubiera arruinado el proyecto) de una obra sin parangón en el panorama nacional. Construida a base de fogonazos, de impulsos frontales, amasada en directo, sin trampas ni artificios de estudio (incluso las cuerdas transmiten agonía, suciedad), y elaborada de un tirón, sin opción al respiro o la relajación (impresionante el trío “Con Algas Como Peluca”, “Ya Tienes Quien Te Planche” y “Robando Gusanitos”, enlazado de forma magistral), “La Primera Ópera Envasada Al Vacío” contiene, ideológica y musicalmente, los mejores minutos de la discografía de Sr. Chinarro. Un álbum radical, terminal, libre, verdadero y emocionalmente destructivo: los estigmas de la obra genial y, por eso, ya irrepetible. ¿Arab Strap? Quizás. Pero yo no cambio este álbum ni por toda la discografía entera del grupo escocés.
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